Odio a la gente cuando no es educada
Dinamitera comedia negra negrísima del exitoso Slobodan Sijan (había roto taquillas con dos colaboraciones con el gran dramaturgo Dusan Kovacevic, guionista posteriormente del «Underground» de Kusturica), que parodia la temática del “serial-killer” y sobretodo su conversión a icono “pop”, en fenómeno de masas descerebrado. Abriéndose con un reportaje televisivo (divertidísimo y con una voz en “off” que permanecerá durante el relato) que da cuenta de los avances de Belgrado por convertirse en una metrópoli puntera y la necesidad de tener su propio asesino serial para conseguirlo, que eso siempre viste mucho. De tal manera enumera mirones en los parques (cinéfilamente llamados “rashomones”), atracadores de bancos, exhibicionistas o esa (semi) leyenda urbana de “El fantasma de Belgrado”, un arrojado conductor que con un Porche blanco robado trajo de cabeza a la policía de la ciudad (y simbólicamente a todo el sistema) durante las noches de una semana y convertido a partir de ahí en mito popular objeto de una reciente y bien interesante película (nacida de un corto previo) de Jovan B. Todorovic “The Belgrade Phantom” (“Beogradski Fantom”).
Aquí entra escena nuestro héroe para poner la ciudad al nivel de las grandes, paralelamente a el, un muchacho con problemas sexuales (su padre es un estrafalario psicoterapeuta que parece escapado de “L’Emmerdeur” y su madrastra una explosiva hembra inconsciente de que pone a morir al pobre Spiridon) y un embrionario grupo músico-vocal fascinado por estos crímenes, compondrá un temazo demoledor que desatará la fiebre por el estrangulador, una moda de la que se muestra encantado el infantiloide matarife, un buen tipo que solo quiere que le quieran.
Y es que el “pychcokiller” que lanzará Belgrado a la modernidad no es otro que un entrañable vendedor de claveles y aficionado a los pasteles de crema que se pone hecho un otentote cada vez que una fémina desprecia una de sus flores comportándose con una falta de modales imperdonable. Un personaje bendecido por la genial interpretación de Tasko Nacic, entre Peter Lorre desvalido y Norman Bates con sobrepeso. Un cándido gigantón mangoneado por una madre insufrible que lo trata como a un bebito medio alopécico de metro noventa y ciento diez kilazos, que lo castiga con azotes en las manos y lo baña amorosamente, humillante señora a la que terminará ultimando involuntariamente, suceso que provocará su total enajenación (y alucinante travestimiento)en una deriva entre lo hórrido y lo torcidamente cómico.

Pone en juego un recital de recursos a la vez sofisticadísimos y feistas a rabiar, un “cutre lux” descacharrante que mezcla alegremente la estética noctámbula/glam/punk con el expresionismo de los asesinatos con esa iluminación en claroscuro logradamente estilizada y abiertamente humorística (el plano desde la ventana con el “killer” iluminado por el consuetudinario haz de la farola), cortinillas del mudo, prestamos del Inspector Clouseau en la persona del estrafalario policía que pretende dar caza al asesino ( un Nikola Simic a sus anchas), relectura sangrante de la «screwball comedy» o hasta la inclusión en medio de la pelícual y con toda naturalidad, del “videoclip” de la infecciosa perla «nuevaolera» (que se convirtió en todo un “hit” con múltiples versiones posteriores)

Divertidísima en todo momento aunque a veces rebuscadamente sofisticada, acaba por abusar de lo grotesco y pasarse de vueltas en un tercio final excesivo, entre el “grand guignol” (o las marionetas dando cachiporrazos) y la parodia gruesa con tirabuzón final irónico, además de abusar de los guiños (desde uno inverso a la ducha de “Psicosis”, película que caricaturiza abiertamente, hasta otro muy manido, aunque bien traido, a “Frankenstein” con niña y flor), pero la cantidad de vitriolo esparcida pasma y la mixtura de terror y comedia funciona mejor que bien. Además de que su estética destartalada (imposible no pensar en el Almodovar de esa misma época), brutalmente sórdida y al mismo tiempo frenéticamente vitalista consigue ofrecer una curiosa y muy reveladora visión de esa Yugoslavia “post-titista” efervescente y descolocada, debatiéndose entre el acceso a la modernidad y la férrea cultura de un régimen que aun pervivía.

Dos estranguladores andan sueltos (Davitelj protiv davitelja)
Director : Slobodan Sijan
Año: 1984
País: Yugoslavia
Fotografía: Milorad Glusica
Música: Vuk Kulenovic & Srdjan Saper
Guión: Nebojsa Pajkic & Slobodan Sijan
Reparto: Tasko Nacic, Srdjan Saper, Sonja Savic, Nikola Simic, Rahela Ferari