The friends of Eddie Coyle (El confidente)
Director: Peter Yates
Año: 1973
País: Estados Unidos
Fotografía: Victor J. Kemper
Música: Dave Grusin
Guión: Paul Monash según la novelade George V. Higgins “Los amigos de Eddie Coyle”, 1972
Reparto: Robert Mitchum, Peter Boyle, Richard Jordan, Steven Keats, Alex Rocco
“The friends of Eddie Coyle”, mejor olvidar directamente la pobre rebautización española como “El confidente”, es o tal que así me lo parece, una obra maestra. Paradójicamente olvidada pese a estar protagonizada por una estrella del calibre de Robert Mitchum y haber sido dirigida por nada menos que el firmante de “Bullit” (1968), Peter Yates, que tiene también perdida entre su filmografía alguna otra joyita como “El relevo”(1979) film melancólico y extrañamente dulzón sobre la amistad, la responsabilidad y el final de la juventud. Con estas credenciales y todo la película pasa por el total olvido o la más absoluta desaparición hasta el punto de no figurar, no ya analizada sino siquiera consignada en el, por otra parte, estupendo dossier que la revista Dirigido publicó entre su números 363, 364 y 375 en los tres primeros mese del año 2007. Las razones de esta invisibilidad quizás habría que buscarlas en la propia naturaleza incómoda, desagradable casi, de la película, en su frialdad expositiva, en su crudeza y en una sordidez que sorprende incluso para los estándares el cine policiaco coetáneo.

En “The friends of Eddie Coyle” todo es creíble, todo es auténtico, los bares, las calles desangeladas de el extrarradio bostoniano, el rostro cansado y los andares pesados de un perfecto Robert Mitchum que sabe volver su decadencia física a favor de un personaje como Eddie Coyle, un “conseguidor” para ladrones en este caso, un “conseguidor” de armas se entiende, un veterano profesional metido en problemas por culpa de una una larga condena pendiente en New Hampshire por contrabando interestatal que puede costarle el resto de sus días entre rejas y que será la razón que empujara al personaje hacía la traición. Un tipo que ni es el más listo, ni es el más duro, ni nada. Un hombre corriente con una esposa de su edad y un par de crios, que se dedica a esto como podría haber sido conserje de un colegio.
Clase baja criminal sin mayores aspiraciones que sobrevivir. Suburbial y corriente, siendo este uno de los rasgos más interesante de la película la representación cotidiana de los fuera de la ley como personas ordinarias, la manifestación del sub-mundo del crimen como un lugar de trabajo casi como cualquier otro, más peligroso claro, pero con las mismas aspiraciones pequeñoburguesas, con las mismas miserias del día a día. Desnudado de todo romanticismo o “glamour”, de cualquier supuesta ética entre ladrones, de cualquier código.El concepto mismo de fidelidad ha quedado abolido si es que en algún momento existió, no ya en la realidad sino en la ficción que es a lo que este film responde con puro sulfuro.
Yates articula el film con una audacia digna de mención a través de una estructura narrativa impresionista formada más por el retrato de caracteres y sus pequeñas historias, un tapiz de personajes que se entrecruzan a través de las armas, un dispositivo que a veces puede dar la impresión de no avanzar pero en realidad lo que hace es esperar y bajo el que repta una historia central fatalista absolutamente “noir”, un hilo tan fino que casi no vemos hasta que nos damos de bruces con el en los desoladores últimos quince minutos y que al mirar atrás aparece con total claridad. Pero además sabe dejar claro con rotunda negritud y sin piedad el tema que atraviesa toda la película: la mentira, la utilización, el engaño. Los personajes no parecen tener escrúpulos o bien la necesidad les aprieta demasiado y usan de la manera más miserable y rastrera imaginable a sus supuestos compañeros o colaboradores, hay una total deshumanización, una frialdad encubierta por el falso respeto y la camaradería. De ahí la brutal ironía que encierra el título original porque Eddie Coyle no tiene amigos, nadie tiene amigos.




Porque cuando doble la rodilla y decida entregar esa pieza mayor tras la que anda Foley esta ya habrá caído por mediación de su otro confidente, Dillon y el tipo que iba a ayudarle le da la patada como a un perro. Así el personaje de Mitchum es dejado a la deriva en un mundo al que ya no pertenece, en el que es una anacronismo con un código que solo el sigue, un código que cuando decide romperlo e intentar coger ese último tren al presente es descabalgado por unos personajes a los que todo esto es ajeno, estamos muy lejos de crimen pagando siempre del periodo clásico o de la estilización “melvilliana”, como dice Fernando Di Leo gran renovador del “eurocrimen” en una entrevista, _”Melville era mucho mejor director que yo pero sus delincuentes no eran de verdad”, estos si son de verdad y parafraseando a Kiko Veneno: “te venden por un plato de sardinas”. En este caso por algo más, a Boyle le ofrecen 5000 dólares por el chivato, dice que el chivato es Eddie “Fingers” Coyle. Hay trato.



El norte está lleno de frío: Los amigos de Eddie Coyle (ed. española en Libros del Asteroide)
Me alelgra que dediques una larga reseña a esta excepcional película que, como bien dices no sé porqúé parece condenada al ostracismo. La primera vez que la ví me dejó helado. El personaje de Boyle impresionante y Mitchum de dulce en su mayor etapa creativa (ya comentas que tan sólo un año después rodó otra gran obra como es Yakuza).
Me encanta la reflexión que haces acerca del cine y su «realidad» particular. A mí no me engañas, compañero; tú sabes bastanmte. Así que imagino que de un modo u otro estás relacionado con este medio, jejej..
Lo dicho, gran artículo.
No,no,ya me gustaría, pero desconozco a que puertas debería llamar…Coincido en que el Mitchum de los 70 es el mejor de su carrera, el físico y ese careto le ayudaron mucho a una buena maduración. Y si, esta película es un caso paradigmático de desaparición total, en inglés pueden encontrarse artículos, pero en español no me extrañaría que este fuera casi el único, yo lo achaco a su extrema crudeza, es que deja mal cuerpo de verdad.
La ficción, sus formas y sus mecanismos, tanto internos como opossición a la realidad me interesan especialmente, si lees la reseña de «Enemigos públicos» verás que está dedicada casi íntegramente a ello.
Y ahondando más en esta colisión ficción/realismo yo directamente niego cualquier realismo en el cine o en la ficción por lo que tiene de simulacro, de puesta en escena,de recreación. Ni Loach,ni Rosellini, ni pon el que te parezca, incluso voy más allá; ni siquiera el documental es realista, en cuanto se coloca la cámara, se decide un encuadre y con el se acota la realidad se anula en ese mismo instante el concepto de real. Pasa a ser una plasmación de un contexto verdadero filtrado, determinado y escogido. Un plano anula todo aquello que no se ve que en ese mismo momento deja de existir, con lo cual ya no es real sino una idea de lo real.
Completamente de acuerdo. Jugamos con una ilusión de realidad. Pero la realidad total creo que está en directo conflicto con el propio concepto de cine. Sería tremendamente aburrido´.
Incluso experimentos tipo REC o «The blair wicht project» tienen claramente una concienzuda planificación para dar esa «ilusión» de realidad.
A nivel interpretativo esa realidad mal entendida está dando una generación de actores jóvenes que no vocalizan, ni proyectan. Solo se dedican a «farfullar» sus palabras en busca de una hipotética realidad. Creo que fue Diderot quien dijo (a propósito de los actores9: «Sé falso, falso, falso… y sólo así resultarás verdadero».
Pues chico, tus reseñas son de auténtico profesional. Aprendo mucho con ellas, de verdad. Me pongo a la búsqueda de «Enemigos públicos»
Es que sobre todo en el cine español los actores han caido en un espontaneismo y en un naturalismo de pega que es exactamente lo contrario de «interpretar», esto es: falta intencionalidad, entonación y valoración de lo que se dice y como se dice.