¿Que es psicotrónico? !Psicotrónico eres tú!: La guillotina voladora, las absurdas hazañas del Luchador Manco parte II. Jimmy Wang Yu y las coreografías mortales del kung-fu, en los 70 no había límites.

Después de la aridez de Valhalla Rising y la emoción de La legión invencible toca desengrasar con un poco cine desvergonzado e inconsciente. Que mejor entoces que lanzaros de cabeza a uno de mis placeres culpables: el cine de kung-fu.

Exactamente el localizado en el esplendor del género entre mediados de los 60 y mediados de los 70, cuando tocó con la punta de los dedos las cumbres del delirio para luego echarse a rodar por las pendientes de la parodia en curiosa analogía con lo que, prácticamente en la mismas fechas sucedía con el eurowestern, genero con el que, por otra parte se cruzó en títulos tan sandungueros (y malos) como Shangai Joe o El kárate, el colt y el impostor, dirigida esta por el muy reivindicado aquí Antonio Margheriti. Y es que aunque no lo parezca todo tiene que ver con todo.

Encuentro en el cine marcial una fascinación cercana a la del musical, género que siempre he considerado como sublimación de lo que es el cine. Como el estilo que mejor explicita lo que de fantasía irreal, hermosa mentira y magia tiene el medio. Con su capacidad de crear un universo paralelo en el que la gente canta y baila en perfectas coreografías de las que entran y salen con una naturalidad que deja estupefacto. Ese impúdico y a la vez ingenuo exhibicionismo del mecanismo último de la ficción, que no es otro que el pacto entre la pieza y el espectador, me resulta asombroso. El musical necesita para funcionar una adhesión irracional, es cine de fe en grado sumo. Con el kung-fú me sucede un encantamiento similar, me quedo pasmado con esos combates, con esos bailes tan milimetrados y ritmados como los de Siete novias para siete hermanos o Meet Me in St. Louis (por nombrar dos de mis favoritos), transmitan, desde una órbita que banaliza la violencia es cierto, la misma vitalidad, la misma alegría del movimiento que los brillantes colores del Hollywood clásico. O eso o que quede marcado a fuego por aquel Cinturón negro que presentaba en  Antena 3 Coral Bistuer y donde de la mayoría de los maestros solo se veían las manos por culpa de cómo se recortaba el scope. Siempre queda mejor la versión cursi pero la verdad se encuentra en una mixtura de las dos. Supongo.

En cualquier caso algo parecido a todo esto ya lo expliqué en la reseña sobre Reurn of the Street Fighter y, siguiendo mi vergonzante costumbre, me autocito (para no repetirme, curiosamente): “Y es que si hay dos géneros extrañamente hermanados esos son el cine de artes marciales y el musical, lugares en los que, de pronto, la lógica se abandona por completo en un ejercicio de abstracción que se traduce incluso en un cambio de la concepción escenográfica/visual, en la que se altera por completo la planificación, la puesta en escena y el montaje. Todo supeditado a la belleza coreográfica del imposible, tanto sea el baile o la lucha. Aunque hay que reconocer que eso es algo que está mucho más logrado y marcado en el cine hongkonés de kung-fu y en directores tan maravillosamente imaginativos como King Hu (con su pieza maestra A touch of Zen en 1969 o la deliciosa Come drink with me en 1966,dos clásicos de los que Ang Lee tomó algo más que un par de cosas para Tigre y Dragón y a los que Zhang Yimou saqueó sin escrupulos ni talento para sus soporíferos y esteticistas Hero o La casa de las dagas voladoras), Chang Cheh (con trabajos de lirísmo casi trágico: El espadachín manco en 1967, Golden Swallow en 1969 que es una secuela/variación del segundo título citado de Hu o The water margin en 1972 con la que introdujo una violencia más gráfica y un sentido del montaje más fluido y vertiginoso) o incluso el entrañable actor-director Jimmy Wang Yu, estrella de los films de Cheh precisamente, y su desopilante díptico El luchador manco (1971) y La guillotina voladora (1975)”

La que traigo es esa última, La guillotina voladora o El luchador manco 2: el luchador manco contra la guillotina voladora, como queráis. Como no me alcanzan los conocimientos ni me voy a poner a desmenuzar la carrera de Jimmy Wang Yu como divo marcial ni a tirar de repertorio para lucirme con una catarata de títulos y referentes, no podría honestamente. No paso de aficionado con nociones y el universo de la acción hongkonesa (y Taiwanesa y China, y sus derivados) es tan abigarrado como dificultoso de rastrear. Así que ahí va una reseña  no menos barroca pero si más al asunto, esto es: a la película.
Una de las cumbres indiscutibles de la psicotronía audiovisual, de la falta de todo especialmente de sentido del ridículo y muestra, tanto lo adictiva y seductora que puede llegar a ser la pura chorrada, como las maneras libertarias con que se conducía la cinematografía popular hongkonesa de los 70.

Un catálogo anarcoide de imaginación superheroica sin mayores barreras que la capacidad de tolerancia frente al desbarre tronado al que se somete a un espectador que, si se suma a la fiesta, disfrutará como un loco de ese torneo entre maestros marciales (un clásico socorrido que permita además una singular abstracción involuntaria) conocedores de las técnicas de extensión de brazos entre otras maravillas de la antifísica. Saltimbanquis de todo pelaje enfrentados al sufridor Jimmy Wang Yu, un actor de raro carisma y casi nula destreza marcial que se convirtió en estrella durante la gran época de Chang Che en los 60 gracias a su involuntaria intensidad reconcentrada, a su aire de nobleza perpleja y su sempiterno masoquismo ideales para representar al héroe arquetípico del director.

En fin, una secuela/continuación/expansión de la ya enloquecida del El luchador manco, en la que Wang Yu reincide como director y profundiza todavía más en el estrambote (la anterior entrega contaba con highlights del demoledor calibre de un monje hinchable, una mano endurecida con hierbas y fuego o la desopilante escena cumbre del héroe andando boca abajo ¡sobre un dedo!), con una agradecida alergia cualquier noción de realismo (sic.) para abrazar el delirio tebeístico más disfrutable y lo abiertamente fantástico/disparatado.

Wang Yu vuelve a derrochar  zooms, a dirigir sorprendentemente bien  y  a conseguir escenas de gran ingenio visual y una planificación de lo más aparente durante un combate final que sabe aprovechar el decorado y sus posibilidades para mover la cámara con soltura y dejar respirar la coreografía, envolviéndola en unos efectos de sonido más allá de cualquier raciocinio. Como extravagancia definitiva el film cuenta en su formidable banda sonora original (falsamente acreditada a un ignoto compositor chino y luego cambiada en diferentes estrenos y ediciones), entre otros temas robados a Tangerine Dream o a Kraftwerk, con un par de clásicos del krautrock pertenecientes a Neu! –Super , que suena durante los créditos del principio, y Super 16, que acompaña los momentos previos al duelo de cierre- siendo el segundo de ellos rescatado por (quién va a ser) Quentin Tarantino para el score de esa obra total del sampleado cinematográfico qeu es el díptico Kill Bill. Pero dejando aparte estas trapacerías de lo más habituales en el cinema bis, Wang Yu  remata una (otra) película tachonada de ideas enloquecidas que si ha pasado a la historia (en miniatura, claro) es por el concurso de un villano más allá de cualquier adjetivo (homenajeado por Johnnie To en su primer Heroic Trio, por cierto): un monje ciego y sanguinario que persigue al protagonista portando como arma una larga cadena terminada en una especie de jaula/cepo, la ya legendaria guillotina volador con la que descabeza a todo aquel que se le pone tontito.

La guillotina voladora (El luchador manco2: el luchador manco contra la guillotina voladora, Master of the flying guillotine, Du bi quan wang da po xue di zi)

Director: Jimmy Wang Yu

Hong Kong

1975

93 min.

Fotografía: Yao Hu Chiu

Música: Hsun Chi Chen

Guión: Jimmy Wang Yu

Reparto: Jimmy Wang Yu, Kang Chin, Chung-erh Lung, Chia Yung Liu, Lung Wei Wang, Tsim Po Sham, Fei Lung, Fu Chiang Chi, Pai Cheng Hau, Ming Fei Wang

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Muy buena película. Como tu, tengo la pasión por las pelis de kung-fu lanzadas por estés años.

  2. Es que son divertidísimas, parece que vale todo y la imaginación es el límite.
    Reiteró la bienvenida y las felicitaciones por ese magnífico blog sobre el eurowestern que llevas.

  3. Gracias, gracias! Lo hacemos con mucha pasión.

  4. Emanuel Neto dice:

    Para mim esta es una de las mejores peliculas de kung-fu en los anos 70! Ademàs, este es un blog muy interessante! Muy bien, amigo Adrian!

    1. Muy agradecido Emanuel, el vuetro también vale su puñado de euros.
      Efectivamente es de las mejores de su época o como poco de las más enloquecidas.

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