10.000 dólares responden por mí: Ojo por ojo, un spaghetti-western con villano legendario. Tatsuya Nakadai serpenteando en los bosques de Roma

Los aficionados a la edad de oro del cinema bis somos, por lo general, espectadores agradecidos. Nos vale un mínimo fulgor de ingenio para perdonar cientos de cosas a estas películas. Esperamos la escena cumbre, la solución virtuosa, el destello formal, la caracterización colorista o, como en este caso, el actor impagable Cuando aparecen nos extasiamos, nos rendidos ante el momento puro, la locura creativa o la caradura con verdadero estilo. Agradecemos setenta veces siete la orquídea entre el fango. La orquídea en este caso (aunque no está completamente sola) es la presencia electrizante del grandioso actor japonés Tatsuya Nakadai. Legendario, principalmente, por sus interpretaciones para Akira Kurosawa -era el rival armado con una pistola del zarrapastroso ronin, al que personificaba Toshiro Mifune en Yojimbo (1961), jefe de policía que busca al hijo secuestrado por error del chofer de un industrial en El infierno del odio (1962), nuevamente rival de Mifune en Sanjuro (aunque en un papel distinto al de Yojimbo), donde era víctima de una de las más impresionantes muertes del género en un clímax final que ya justifica la existencia de esta secuela,  protagonista absoluto y doble de la apoteósica Kagemusha (1980), la sombra del guerrero y patriarca que divide su reino en la ya excesivamente recargada adaptación de El Rey Lear que fue Ran (1985)- y para los furiosos jidai-geki (literalmente «películas de época», contengan o no escenas de combate) de Masaki Kobayashi, para quien ya había protagonizado el tríptico La condición humana entre 1959 y 1961, escalofriantes frescos dedicados a retratar, en palabras de Carlos Aguilar “… el papel que en este tipo de sociedad desempeñó al figura del samurai, cuyos tradicionales  honor y valentía no servían sino para defender por la fuerza un sistema aberrante” (La Guía del Cine, 3ª edición 2009, Cátedra): Harakiri en 1962 y Samurai Rebellion en 1967, aunque en este desempeñaba un rol secundario, otra vez a al sombra de Mifune, son sin duda las más célebrespero la espléndida Inochi bô ni furô de 1971 también tiene que contar-. Menos conocidas pero igualmente destacables son sus trabajos en el asombro título de culto The sword of doom (1966), de Kihachi Okamoto (con quién repetiría en 1968 en la desmitificadora Kill!), donde conseguía una indescriptible creación de un espadachín enamorado de la muerte, a la que sirve de manera febril saturando el metraje de inolvidables imágenes de violencia y delirio. A rescatar también su asociación con el extraño Hideo Gosha en títulos como el thriller Cash Calls Hell (1966), el extraordinario chambara nevado Goyokin (1969), Tenchu! (1969) otro violento drama de época en el que se encargaba del villano y donde aparecía tambien el escritor Yukio Mishima o el yakuza eiga, The Wolves (1971) en el cual Nakadai rivalizaba con Noboru Ando, ex-líder criminal  reciclado en actor y guionista de filmes mayoritariamente autobiográficos aunque convenientemente fantaseados.

Suficiente con esta brevísima panorámica sobre solo un momento, el más glorioso, de la carrera de uno de los más grandes actores del Japón, mercurial, intenso y poderosamente icónico como refrenda la mítica imagen de Harakiri que le muestra desaliñado y barbudo pero todavía desafiante y orgulloso con los brazos en cruz y sosteniendo, en alto una espada en al mano.

La manera en la que llegó a esta película es para mi un misterio que he sido incapaz de resolver de manera concluyente, tirándome a la piscina quizás se debiera a una fascinación de Cervi por su personaje en Yojimbo, como es bien sabido base a partir de la cual nació el spaghetti-western en ese remake (poco) encubierto que es Por un puñado de dólares con el que Sergio Leone instauró el año cero.

En cualquier caso solo queda alegrarse por su presencia y disfrutarla. Por si misma saca el film del pelotón de westerns vengativos y lo coloca varios puesto por encima de sus méritos reales. Ojo por ojo es manifiestamente vulgar cuando él no aparece en pantalla y magnética cuando lo está. Tensa cada escena con su mímica a cámara lenta de (literalmente) otro mundo, cubre todo el encuadre mientras el resto de actores le miran y vigilan asombrados, amenazados. Nunca se sabe cual va a ser su siguiente movimiento. Mirada alucinada, cuerpo convulso, el rostro una máscara, kabuki en colisión con el western all’italiana. Sublime.

Más allá de semejante recital de perversidad proveniente, no ya de otra escuela interpretativa sino directamente de otra cultura, esta primera película dirigida por el también guionista y productor Tonino Cervi (hijo del gran secundario italiano Gino Cervi, célebre principalmente por haber interpretado al alcalde comunista Peppone en un buen puñado de las popularísimas comedias sobre el cura Don Camilo al que interpretaba el cómico francés Fernandel) deja gotas de interés aquí y allí desde la resolución visual extraña, otoñal y boscosa, hasta un libreto en el que Cervi es asistido por, nada menos que el pronto mitificado Dario Argento. Nada raro, por otra parte ya que escribió unos cuantos o al menos participo en el proceso, incluidos Hasta que llegó su hora para Leone y Un ejercito de cinco hombres, dirigida en 1969 por Italo Zingarelli (algunas fuentes añaden al televisivo Don Taylor en labores de co-director) y en el que no solo repite la estructura de un grupo de cinco variopintos profesionales reunidos para una misión imposible (uno de ellos nuevamente Bud Spencer y otro el “imposible” original Peter Graves) sino que también incluye a otro actor japonés, en este caso Tetsuro Tamba.

Como decía la base no puede estar más manida: un inocente injustamente encarcelado se tira cinco años entre rejas ensayando con una pistola de madera. Tras su liberación recluta s una serie de tipos duros para que le ayuden con su misión de finiquitar a quien le traicionó y asesinó a su esposa india, de quien heredó su apodo de Bill Kiowa.

El tortuoso héroe de turno está al cargo del sospechoso habitual Brett Halsey (aquí como Montgomery Ford, los alias no perdonaban ni a los americanos de verdad) recurriendo a una caracterización a lo Franco Nero en Django pero en moreno y sin ataud, especialmente durante el primer tercio en el que no se despega de un capote negro, una bufanda y un sombrero de ala ancha que le cubre todo el rostro menos los ojos claros. Los golfos apandadores recaen el mencionado Bud Spencer (el forzudo, claro, que tiene una pinta un tanto rara por una curiosa razón: el actor se había afeitado la barba para Más allá de la ley, un spaghetti de Giorgio Stegani para Lee Van Cleef rodado casi a la par de este. La solución fue pegarle una postiza, el resultado es ridículo), en el característico norteamericano Wayde Preston como un sheriff que en lugar de pistola gasta un rifle recortado, un jovencito Franco Borelli (secundario del este y otros géneros, principalmente el poliziesco) que responde al ridículo nombre de «Bunny Fox» y un William Berger, siempre genial, como tahúr de cuchillo rápido (atención al momento en el clava, sin mirar y por debajo de la mesa, la carta oculta de un rival a la pata de una silla). Malcarados todos peor buenos en el fondo, se lanzará a la caza del malvado.

Todo el bloque inicial del reclutamiento pasa sin pena ni gloria entre el sopor plácido y el detalle colorista que anima la función y recuerda la naturaleza tebeística del eurowestern. La parte central chisporrotea con la presencia intermitente de Nakadai y escora hacia el ridículo involuntario con la inclusión de un flashbacks en blanco y negro que se reboza en la vergüenza ajena, pero el tercio final ya es otra cosa.

La ambientación ya marca la diferencia, frente al polvo y la roca almeriense (o de la sierra madrileña o de Esplugues de Llobregat, que también) Cervi decide utilizar los bosque y las colinas verde de los alrededores de Roma, en Manziana al norte de la capital lazial. La mezcla de marrones y verdes, la humedad atmosférica y la pátina casi romántica, definitivamente extraña al género que dan los árboles pelados y las alfombras de hojas ya son un punto de distinción que hace que merezca la pena ver la película. Encima están francamente bien empleados dramática y estéticamente. Por un lado traducen en imágenes la melancolía interior del protagonista y por el otro son una escenario raro en el género, llamativo por contraste y potenciado por una banda sonora de Francesco Lavagnino que emplea unas reminiscencias orientales en la percusión y el ritmo que benefician al conjunto en general y a toda esta conclusión en particular, dándole un aire muy sugestivo.

El largo clímax final se desarrolla en el interior del bosque y es parcialmente nocturno. Los cinco magníficos utilizan en su favor el entrono adverso y anulan la ventaja numérica del enemigo. Todo este acecho y caza está muy bien planificado, resulta emocionante y tenso aunque ya sepamos perfectamente que los héroes tienen garantizado el triunfo. Por si fuera poco, y ya de día, quedan otro par de momentos deliciosos: el extravagante duelo entre Spencer y Nakadai en el que el segundo utiliza un machete como si fuera una katana y el duelo singular último, encuadrado en un plano largo y sostenido sobre un claro cubierto de hojarasca y fotografiado con una luz especial de cuento extraño que incluye un destello bellísimo: justo antes de morir tras un recital de espasmodia interpretativa, Tatsuya Nakadai mira al cielo y a los árboles por última vez, despidiéndose de la belleza.

17 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Creio que Cervi terá usado Nakadai por ser adepto desse cinema japonês que descreves. O próprio filme gira muito à volta do mesmo conceito de «Seven samurai». Este é um filme que me estou a habituar a gostar.

    1. Pues seguramente es por eso, además si que tiene un toque a película de samurais.
      Desde luego es un film mediocre pero la presencia de Nakadai y los detalles escenográficos novedosos la hacen muy curiosa de ver.

      1. Anónimo dice:

        Que curioso a mi me suena que hace años cuando era un crio vi una peli en la que salia un samurai creo que interpretado por Toshiro Mifune y Charles Bronson y tambien creo que Alain Delon, aunque debe ser un film mediocre como este y despues vi una tonteria de pelicula con Tomas Milian interpretando a un japonés deben ser todas como remakes de esta misma película, joder reciclaban todas las ideas, aunque la verdad es que algunas veces les salian buenas pelis

  2. Si, es Sol Rojo esa que dices, la dirigió Terence Young en el 71. Una película totalmente estrafalaria.
    Milian hizo de japonés unas cuantas veces (no se muy bien a cuento de que), tanto en uno o dos spaghetti como en algún otro título medio policíaco. me imagino que son como para verlas, vamos.

  3. Belén dice:

    Qué buena reseña ésta. La conclusión es genial. Conocía la película sólo de título. Me he reído bastante con lo de la barba de Bud Spencer.

    Qué puesto estás con los lugares de rodaje. Manziana y su bosque es un lugar habitual de rodaje de los eurowesterns. También han rodado allí «Pinocho», de Benigni.

    La del japonés de Milian es «El blanco, el amarillo y el negro» con Giuliano Gemma y Eli Wallach.

    1. tengo que decir que me llamó la atención, para bien, esa localización bosciosa y otoñal. Así que lo busqué.

      Lo de la barba…uno ve la película y se queda pensando que en esa cara hay algo raro.

      Efectivamente esa era la de Milian, no se si la dirigía Corbucci y todo. Luego hizo algún policial recuperando tan absurda caracterización.

  4. paco bas dice:

    Je pues tras aparecer en tantas grandes películas, supongo que Nakadai se dio un garbeo por Italia. También lo vi en una peli de Hong-kong de los noventa producción de Tsui Hark. Debió de empezar muy joven a actuar, era más joven que Toshiro Mifune seguro, pero muchas veces estuvo haciendo personajes mayores que el en edad

    1. Es de mis orientales favoritos. Era especial hasta para los estandares de actuación japoneses. Muy teatral y muy intenso, con una expresividad física de una tensión tan alucinada que, a veces, me recuerda a Kinski.

  5. paco bas dice:

    Uf la que no estaría mal que hicieras una critica, aunque no es la mejor de todas las películas protagonizadas por Nakadai, es de la de The wolves, me parece poco conocida para lo gran película que es y el actor esta inmenso, de las que llevo vistas de Gosha es quizá la mejor

    1. La tengo fichada desde hace tiempo, ahora que el rapid vuelve a ir a toda pastilla a ver si la recupero junto a otras cuantas de la época.

  6. paco bas dice:

    También me entero ahora que Tetsuro Tamba actúo en otro Spaghetti con guión de Dario Argento. Un ejercito de cinco hombres se titula

    1. ¡Coño si lo menciono en el artículo! Además para mayor coincidencia también salía Bud Spencer en esa.

  7. paco bas dice:

    Es verdad es que cuando lo leí la primera vez, lo leí por encima y lo pase por alto. Esta semana me ha dado por ver algunos Spaghetti western y por eso puse el comentario jeje. El artículo es muy bueno, ninguna pega

  8. John Space dice:

    La acabo de ver y no ha estado nada mal. Breve, directa al grano, y entretenida, cual buen bolsilibro. Terrorífico villano (lógico, con Argento de por medio) y gran intérprete, efectivamente; curioso también el aire kinskiesco de Berger.

    1. Berger era un poco un Kinski desganado, pero tenía carisma y cierta sorna.

  9. John Space dice:

    Puf. Acabo de visionar una hora de _Más allá de la ley_ y la he tenido que dejar. El argumento es prometedor y los actores cumplen (sobre todo Van Cleef como pícaro/figura paternal y Stander como pícaro/predicador), pero el ritmo es demasiado lento para un western-comedia como éste; y si encima son casi dos horas en este plan, aún peor.

    1. Van Cleef hizo varias de ese tipo wester-cómico. Creo que esa no la he visto… tampoco me lo pierdo, al parecer.

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