(016) Julio / 26

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Batman v. Superman: el amanecer de la justicia (Batman v. Superman: Dawn of Justice. Ultimate Edition), Zack Snyder, 2015, EEUU

Imágenes omnipotentes sin hilazón. Catástrofes y tumbas. Secuencias aisladas unas respecto de las otras en una continuidad aleatoria donde lo anterior nunca parece corresponder a lo siguiente y así. Como si fuese una serie de 12 capítulos condensada, descontextualizada y ensamblada después en un balbuceo sintáctico donde hay signos pero no significados. Aberrante en ese y otros aspectos, presenta una realidad traumatizada, de superhéroes perdidos, alienados e insensibles a lo que no sea su Yo. Una monstruosidad teológica, criptofascista, vacía de toda moral donde Apollo y Midnighter viven en un mundo superheróico post-Watchmen creyéndose Superman y Batman. Wonder Woman, quien proviene de una de las muchas películas que hay en esta, ilumina un clímax contradictorio. Lo coherente a su naturaleza sería distribuirla en copias con todo el material rodado y equipo de edición para que cada espectador pudiese construir la suya propia, un «Elige tu propia aventura» que tal vez validase los tonos artúricos (en versión Boorman), el thriller paranoico de los 70, la extravagancia onírica, el horror gótico, la hibris de los superhéroes, etc, etc, etc…

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Green Room, Jeremy Saulnier, 2015, EEUU

Dominada, al igual que la precedente Blue Ruin, por el color titular, otro relato de la violencia absurda y en escalada con formato de thriller minimalista donde dos acaban luchando contra muchos. Aquí un grupo punk atrapado en el club neonazi donde acaba de tocar se desliza rápidamente hacia el horror cuando presencia accidentalmente un asesinato. Serie B, el desarrollo de todos los elementos se supeditan a la fisicidad (de personajes, de acciones, de espacios) en una puesta en escena cerrada, trabaja con nervio la simplicidad de sus elementos, valora la violencia como algo repentino y sin vuelta atrás, saca notable partido de los interiores e integra con gracia sus citas/influencias.

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13 horas: los soldados secretos de Bengasi (13 Hours: The Secret Soldiers of Benghazi), Michael Bay, 2015, EEUU

Recreación del asalto a la embajada norteamericana en Libia en 2013 que acoge el punto de vista de los contratistas privados, exsoldados, que defendieron el fuerte. Western de frontera, de avanzadilla de la civilización, donde estos soldados capitalistas (mercenarios con otro nombre) son tanto el último bastión como dechado de virtudes viriles, morales, militares, etc…. Su vigorosa estética se encuentra entre la herencia de Black Hawk derribado, el propio sentido del caos de Bay y el expresionismo abstracto de Mann y en conjunto parece un producto inmediato del éxito comercial de Eastwood con El francotirador; si bien, las ambigüedades de esta no existen (tampoco la paradoja de los recortes presupuestarios/defensa privada) dentro de un relato directo de heroísmo americano que redunda en la fascinación por la parafernalia/léxico militarista.

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El renacido (The Revenant), Alejandro G. Iñárritu, 2015, USA

Remake de El hombre de una tierra salvaje, que retoma la ordalía del trampero Hugh Glass convertida en una batalla en la inmensidad, física y mística, de la naturaleza entre los dos extremos del hombre: Glass y Fitzgerald. Tremendista y naif, primitiva y futurista, constata la traición de la imagen en el cine digital. El espectador está ya a la intemperie, como Glass, y no puede creer  en la presencia de nada de lo que ve en pantalla, como Glass. El renacido propone una nueva fisicidad, un hipernaturalismo que se fundamente en la continuidad digital del plano y la realidad aumentada a través de una cámara que Iñárritu usa como un martillo, y por lo tanto solo encuentra clavos.

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Framed,  Phil Karlson, 1975, EEUU

Thriller de los 50 trasplantado a los 70, donde un jugador profesional queda atrapado en un círculo de corrupción político-policial. Tendrá su venganza. Al servicio del carisma de Joe Don Baker, sufre en el anacronismo y en la falta de presupuesto, pero cuando Karlson se concentra en la violencia crispada el acabado televisivo da paso a una brutalidad límite. Muy mediocre pero coherente con las preocupaciones antisistema, antirracistas y la valoración de la violencia de un cineasta a revalorizar.

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Flashpoint, William Tannen, 1984, EEUU

Thriller rodado para televisión que sintetiza policial fronterizo, western contemporáneo y conspiranoia en formato de serie B desacomplejada que ofrece violencia seca, aspectos de cómic y desencanto ético-ideológico. La historia cuenta el hallazgo por parte de un par de patrulleros de un jeep enterrado, con cadáver, fusil y dinero fechado en 1963, que pone en marcha una siniestra operación de limpieza desde las cloacas del Sistema. Dispersa en un guión con subtramas innecesarias, resulta hábil en la puesta en escena, con un económico empleo de los cambios de plano (medio-primer-general) con propósito dramático-narrativo.

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I Saw the Light, Marc Abraham, 2015, EEUU

Vida y obra de músico autodestructivo, Hank Williams en este caso, en formato gélido. Desdibujados personajes, contexto, carrera y recursos cinematográficos, inescrutable todo debido a la incompetencia narrativa, está terminada con la misma textura que la televisión americana de lujo, pero sin ninguna de sus virtudes. Se desarrolla, por tanto, en una sucesión de conversaciones rodadas entre el plano distante fijo relacionando a los personajes y el acercamiento con leves desencuadres con cámara en mano. Hay una intención de ligar las canciones a las imágenes y alguna buena secuencia (como la fordiana reconciliación donde la puesta en escena los acerca progresivamente) pero la construcción es monocorde y los  trozos pseudocumentales parecen un añadido con la intención de explicar unos mínimos.

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Birkebeinerne, Nils Gaup, 2016, Noruega

Aventuras al viejo estilo con héroes sin tacha (abnegados noruegos) y villanos de colmillo retorcido (traidores nativos e invasores daneses); unos protegiendo a un bebe real, los otros intentando acabar con él. Nacionalista y antieclesiastica, convierte en agradable tebeo la fundación del país, dividida entre las intrigas palaciegas y las persecuciones en espacios abiertos. Por su sentido físico, clasicismo en el relato y reminiscencias western, retrotrae al ya clásico de Gaup El guía del desfiladero, pero sin la cruda energía de aquella.

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En el nombre de Caín (Raising Cain), Brian De Palma, 1992, EEUU

Como un Grandes Éxitos grabado en una cinta TDK reciclada, cuya duración es menor de la que hace falta y las canciones han tenido que pegarse las unas a las otras. Comprimido, el universo absurdo/morboso/caprichoso depalmiano se refleja en una interminable galería de espejos que altera de continuo el punto de vista. El conjunto, cita sobre cita, apropiación sobre apropiación, ensoñación sobre ensoñación, trampa sobre trampa, parece una versión demencial de un psicodrama noir de la RKO de posguerra donde De Palma se mira a sí mismo desde la autoironía.

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Midnight in Paris, Woody Allen, 2011, EEUU

Suave comedia melancólica, de luz amelocotonada y música omnipresente, donde Allen más que revisarse o cuestionarse se mece (seguramente con todo merecimiento) en la tranquilidad de sí mismo. Ingeniosa y cálida, triste y sentimental, llena de ternura y todavía con rastros de su capacidad de observación, la malicia para retratar su propia clase social y su peculiar sensibilidad para integrar lo fantástico sin rupturas de la realidad. Tiene el encanto de lo anacrónico (más que atemporal), así como una agradable transparencia en la puesta en escena.

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Sommeren ’92, Kasper Barfoed, 2015, Dinamarca

Reconversión a “feeling good movie” (no era muy difícil) de la prodigiosa victoria contra cualquier pronóstico de la selección danesa en la Eurocopa de Suecia 1992. El punto de vista adoptado es del seleccionador Richard Møller Nielsen, cuya figura se reivindica así, retratado como un hombre sencillo, gris y rígido a quien nadie quería en el puesto. Relato de aprendizaje, donde entrenador y jugadores cambian y son cambiados por lo accidental de sus circunstancias, con notas cómicas, melodramáticas y agridulces de por medio. Inane en todo a excepción del diálogo que establecen las imágenes de ficción, abstractas por defecto, y el registro histórico usado siempre con enorme habilidad.

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Manhattan Sur (Year of the Dragon), Michael Cimino, 1985, USA

Eliot Ness es un excombatiente de Vietnam, resentido, desquiciado, anacrónico incapaz de seguir pactando con América: un hombre en guerra. La imagen profunda y ancha, vívida, de Cimino captura una realidad a su medida: violenta, estilizada, obsesiva, sucia, delirante. Síntesis de fresco político-social y pulp desaforado, ideológicamente pantanoso, fundamental para la estética de los 80 y en espíritu un náufrago de los 70.

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Passion, Brian De Palma, 2013, Alemania

Remake de la que fue la última película de Alain Corneau transmutada por De Palma en uno de sus títulos al borde (o dentro) de la autoparodia. Cerca de Polanski en aspectos tanto temáticos como de puesta en escena, mezcla el juego de roles y los mecanismos de poder con capas de falsificación, fetichismo, onirismo y manipulación del punto de vista. Estéticamente algo demodé, algo primera mitad de los 90 tiene algo hermoso y a la vez patético del cineasta intentando recrearse a sí mismo en un formato miniaturizado.

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La espada invencible (Hawk the Slayer), Terry Marcel, 1980, GB

Fantasía heroica pre-Conan (pero post-La guerra de las galaxias) sobre el enfrentamiento entre dos hermanos -el héroe estoico y el malvado maldito- en una Edad Media indeterminada. En realidad un western deslocalizado que recicla Los  7 Magníficos a la estructura familiar de la Espada y Brujería, con una heterodoxa compañía (donde como parodiaba Alan Moore en Smax el aventurero se acompaña de los personajes de rigor: el hombre, la bruja, el gigante, el enano y el elfo) haciendo frente al Mal. Pobre pero convencida de sí misma, con alguna idea crepuscular aprovechable y puntuales composiciones atebeadas.

LE SICILIEN De Michael CIMINO (1987) AFFICHE   AVEC Christophe LAMBERT

El siciliano (The Sicilian), Michael Cimino, 1987, EEUU

El clavo final en el ataúd, un suicidio barroco y en público con forma de melodrama histórico-criminal sobre el bandolero, independentista y rebelde Salvatore Giuliano, una de las últimas figuras románticas del  siglo XX. De lejos da el pego como otra peregrinación hacia el desencanto de su autor. De cerca es una fotonovela relamida con los cromos desordenados que expone crudamente las múltiples confusiones ideológicas de Cimino. Quedan, siempre, composiciones, imágenes, movimientos de cámara pero los protagonistas pasmados, la vergüenza ajena asomando y el desarrollo ininteligible son demasiado para sostener el puntual arrebato estético.

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El guerrero rojo (Red Sonja), Richard Fleischer, 1985, EEUU-Italia

Una película superior a sí misma, una delicia como objeto decorativo con un diseño de producción asombroso, vestuario delirante (la máscara de oro de la villana por encima de cualquier consideración) y maravillosa banda sonora de Ennio Morricone. Lo malo es todo lo demás: historia (pese a un guión de dos personalidades como Clive Exton y el novelista George MacDonald Fraser) diálogos, humor bufo, interpretaciones… Con todo mejora la anterior entrega de Conan, saga respecto a la cual es apócrifo, por su mayor brutalidad, estética general que remite al péplum fantástico y acabado de tebeo malo con dibujante bueno.

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Tygra, hielo y fuego (Fire and Ice), Ralph Bakshi, 1983, EEUU

Una sencilla historia del bien contra el mal, princesas, guerreros y brujos en un mundo fantástico (obra de Roy Thomas y Gerry Conway, verdaderos especialistas) disparada por el estilo físico y sensual de Bakshi y Frazetta a la animación y los diseños. Animada mediante rotoscopia, logra una fluidez de movimientos pasmosa, una textura táctil que produce en contraste con sus fondos pintados un efecto casi onírico y de penetrante erotismo.

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Desterrado de las islas (Outcast of the Islands), Carol Reed, 1952, GB

Acercamiento a Conrad y su aniquilación total del hombre (blanco) por su propia mano en espacios exóticos; aquí Trevor Howard perdido en la obsesión por una indígena en el corazón de Malasia. Intensa pero irregular, con un exceso de temas (identitarios, raciales, sexuales, políticos…) estremece cuando la convulsión interna se manifiesta en un claroscuro expresionista casi de película de terror o en un naturalismo semidocumental que identifica la convulsión sentimental/metafísica con el entorno.

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Su majestad de los mares del Sur (His Majesty O’Keefe), Byron Haskin, 1954

Un aventurero capitalista se hace con el control del comercio de copra en el Pacífico a costa de manipular las creencias de los nativos. Tras explotarlos y luchar contra esclavistas y otros empresarios peores que él mismo termina abrazando las costumbres locales y reinando por (doble) aclamación. Los elementos conradianos (tal vez obra de Borden Chase) entran en tensión con el tecnicolor y la sonrisa Lancaster del héroe cínico. Conflictiva ideológicamente,  blanda en conjunto.

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Sing Street, John Carney, USA-Irlanda, 2016

Dramedia romántico-escapista que asume los modos de fábula del musical (pop) y los mezcla con elementos realistas del kitchen sink. Más Nick Hornby que Roddy Doyle, las canciones ejercen como sublimación de las esperanzas (de romance, de fuga, de progreso…) en la Irlanda deprimida de mitad de los 80. Ágil de estilo, astuta en lo sentimental-nostálgico, el humor, la ternura y la capacidad de observación se diluyen poco a poco en la ñoñería asexual, desembocando en un tercio final triunfalista y almibarado, puro sonido comercial sin disfraz.

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Todos queremos algo (Everybody Wants Some!!), Richard Linklater, 2016, EEUU

Versión fordiana de Porky’s (o similares de Los Picarones o El relevo a El gran miércoles o Desmadre a la americana) donde la melancolía se ve compensada por la inmediatez, es decir donde no hay rememoración, sino presente hasta el punto de no parecer de época, sino de la época. Ford decía, con lo anecdótico como estructura y como significado de todo en una película tan despreocupada que no parece ni hacer el esfuerzo de parecer una. Un Americana de la Nouvelle Vague, donde lo superficial del acabado distrae de la profundidad de la observación del comportamiento y carácter, en especial masculino, que no va de nada pero todo es verdad. Una de esas contadas películas que debería durar más, mucho más.

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Movida del 76 (Dazed and Confused), Richard Linklater, 1993, EEUU

Personalización, por igual vívida y memorística, en clave stoner del mundo juvenil de American Graffiti, es decir del Americana doméstico/sentimental de suburbios, chicas, chicos, coches y fiestas. Más áspera y amarga de la que aparenta, con algunas interpretaciones atroces y varios personajes inolvidables reformula un tipo de comedia USA con una profundidad inesperada y desde su posición de título mayor del indie de los 90 sigue siendo influyente.

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Cosmos, Andrzej Zulawski, 2015, Portugal-Francia

Zulawski regresa, bajo mínimos económicos y en formato de juguete, para decir que se va con una adaptación de Gombrowicz, que no he leído. Localizada en un presente abstracto y con la forma de un misterio paranoico-crítico de habitación cerrada recopila sus fijaciones: personajes-niño, fraseo libérrimo-cacofónico, cámara viva, miradas directas, escatología, obsesión romántico-sexual, crispación histérica, catarsis, llantos, insectos, muerte y metaficción…. Una gymkana dadaísta, llena de curiosas referencias a la BD francobelga, humor y surrealismo, asociación de imágenes/gestos y sentido de lo grotesco. Idiota y memorable por igual; sin que una cosa invalide la otra.

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The Last Journey, Bernard Vorhaus, 1935, GB

Dirigida con nervio  por el americano Vorhaus bajo las estrictas condiciones de los estudios Twickenham, un quoata quickie (digamos el equivalente brit a la serie B USA) que prefigura el thriller de catástrofes, en especial la estupenda El enigma se llama Juggernaut. Así, en uno vertiginosa hora lo mismo se celebra la velocidad enloquecida que se bosqueja la estructura coral, de microhistorias cruzadas en un espacio cerrado; en este caso un tren desbocado conducido por un maquinista enloquecido a causa de su inminente retiro. Pintoresca en la definición de personajes, de asombrosa desenvoltura técnica, sintetiza elementos semidocumentales y estilización entre comedia, melodrama, policial y acción.

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Le convoi, Frédéric Schoendoerffer, 2015, Francia

Policial itinerante sobre un transporte de droga entre España y Francia que, previsiblemente, sale mal.  La estructura intenta dar un poco de novedad, aplanado todo por una estética estandarizada (filtro naranja para los diurnos, filtro azul para los nocturnos, violencia naturalista con cámara en mano, estilización dramática en plano largo, encuadres cerrados sobre los rostros…), la abundancia de diálogo y la mediocridad interpretativa. Schoendoerffer, que tiene prestigio como cultivador del polar (?) propone cierta valoración seca de la violencia e intentos de lirismo final de un conjunto que no es abstracto, solo esquemático.

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Sunchaser (The Sunchaser), Michael Cimino, 1996

Una película dolorosa, donde desde el fondo de sus imágenes de vergüenza ajena puede oírse el grito desesperado de su director, que es quien en realidad intenta el viaje de sanación de sus protagonistas. Del realismo a lo fantástico, un trayecto por todos los tópicos grotescos de América sin sutileza alguna desde el guión nefasto e incoherente a la puesta en escena que reconvierte el discurso con una confusión ideológica-racial-misógina que hace el conjunto durísimo de soportar. Al final, no es la historia de un joven indio tratando de morir con dignidad en el mundo materialista blanco, sino la de un arrogante blanco salvado por su viaje al mundo místico-espiritual del indio/buen salvaje como encarnación de la América primordial. Supongo que en aquel momento lo new age era una opción para un hombre desesperado. Ridícula desde los créditos en verde y rosa a la imagen final congelada.

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