Según cuenta Sandra Marti en su monografía sobre Claude Sautet, la idea de hacer de Max y los chatarreros un largo flaschback fue de uno de los coguionistas, Jean-Loup Dabadie. Así, contada en retrospectiva, el fatalismo del relato se amplifica. Cuando llegamos al relato este ya es inevitable. Lo que Max (Michel Poccoli) ha hecho, hecho está. Max es un policía impenetrable, por completo opaco, representado en el rostro como una máscara cerúlea de Michel Picoli, enfundado en trajes formales oscuros y cubierto por un fedora negro. Es como un santo policía. O un penitente.
“-Basura de un lado, imbéciles de otro”
Max, hijo de una familia adinerada, fue militar y fue juez. Lo dejó, frustrado. Decidió entonces ser policía guiado por una obsesión: atrapar a los criminales en la materialización misma del delito. Max, pese a esa máscara, está completamente loco. Su último proyecto es el de manipular a una banda de chatarreros hasta llevarlos a atracar un banco: para ello se inventará otro Yo, Félix, el director de una sucursal, y usará como cebo a una prostituta, Lily (Romy Schneider), novia del líder del grupo marginal, Abel (Bernard Fresson).
“- Son pequeños”, le dice el comisario de la zona
“- Pero los pequeños pueden crecer”, replica Max impasible.
En un momento, avanzada la historia, aparece enfrascado en la reparación de un reloj. Sautet acumula en esa acción un sinfín de sugerencias: es la fijación de Max por arreglar la realidad, el mecanismo del plan que está poniendo en marcha usando piezas humanas y su propio reflejo interno: un objeto de precisión roto. Cuando Lily le pregunta si el reloj está estropeado Max se ríe irónico pero no contesta. Cuando le pregunta si tardará mucho, Max replica con la misma palabra.
Sautet adapta una novela psicótica de Claude Nerón con gran fidelidad pese a la complejidad del discurso de esta. La pule, pero en lugar de hacerla más accesible, el esquematizarla la estiliza y la vuelve más misteriosa. El rostro impasible de Max en la novela es producto de la explosión de una metralleta, en la película es simplemente la materialización externa de su convulsión interna. Los esfuerzos de Max por no salir al exterior. Citando de nuevo a Sandra Marti, Max es”un idealista frustrado y perverso”. Puritano, intransigente, sádico de un modo sibilino, se diría que Sautet cruza a Nerón con Jim Thompson. Tal vez con la aquiescencia de este. Repitieron juntos al guion tres veces más. En dos de ellas estuvo también Romy Schneider y otras dos Michel Piccoli. Ambos habían protagonizado la película inmediatamente anterior de Sautet, un melodrama sobre la angustia contemporánea que fue un éxito descomunal: Las cosas de la vida. Cuando Sautet la estrenó en 1970 hacía cinco años que no dirigía. La anterior había sido una película de aventuras con otro amigo, Lino Ventura, Armas para el caribe en 1965, a su vez cinco años posterior a su revelación con A todo riesgo, que en cambio había sido un fracaso en taquilla. Sautet dirigió de manera regular hasta principios de los 80, apoyado en Romy Schneider, Piccoli e Yves Montand y luego sus películas se espaciaron. Volvió en los 90 con dos obras maestras sentimentales, de una depuración emocional y técnica admirable, Un corazón en invierno y, en especial, la última Nelly y el sr. Arnaud. La melancolía que había estado en el cine de Sautet desde el principio encuentra su estuario, su lugar final.
Max y los chatarreros tiene un intensidad diferente, pese al férreo control que la puesta en escena de Sautet ejerce sobre la base de Nerón. Sautet era un director preciso, económico, desde el principio. Max y los chatarreros es una obra de montaje, de encuadres severos, cuyas imágenes adquieren significado en la repetición, la variación y la duración. Durante su segundo encuentro con Lily, con la cual nunca se acuesta, deja un fajo de dinero sobre la mesa. Sautet se detiene en ello. Lily también. Lo que haga dará la medida de su relación con Max. Ella introduce las notas de color (en un expresivo uso del vestuario que se asemeja a Fassbinder) en el mundo macilento, monocorde de Max. Lily humaniza a Max. A cambio, él la degrada mucho más que el resto de sus clientes. Como afirma Peter Bieri en La dignidad humana: Una manera de vivir. “Max no convierte a Lily en una mera cosa y, aunque le paga, no la utiliza como objeto de placer ni la convierte en mercancía. El refinamiento de la historia radica en el hecho de que Max utiliza a una mujer acostumbrada a ser utilizada como objeto de placer de una manera mucho más sutil, que puede despertar en ella la impresión de no ser utilizada en absoluto. Habla con ella sobre todo lo imaginable, también sobre cosas personales y sobre la vida de ambos. Se ríen juntos como dos seres humanos que disfrutan cándidamente un presente común. A Lily le parece como si entre Félix y ella se diera un encuentro: una relación simétrica en la cual ambos se ven y se reconocen mutuamente como sujetos, como seres que no solo son un medio para un fin, sino fines en sí mismos”.
Max y los chatarreros se asemeja en cierto modo al Police que Maurice Pialat realizará en 1985, pese a sus distintos estilos, si bien ambos fuertemente influenciados por John Cassavetes. Sautet es más estilizado, más reservado también, mientras Pialat propone intervenciones sobre la realidad tendentes a la crispación violenta. Es la misma distancia entre la concentración de Piccoli y la expansividad de Depardieu. Pero sus obsesiones son análogas y sus pasiones también. Ambos se enamoran perdidamente de la mujer a la que están usando de modo sucio, amoral. Como si pensasen que su amor por ellas las redime y también a ellos mismos de todo lo que están haciendo. Del mismo modo, el interés principal de ambos cineastas se vuelca en los conflictos internos del individuo y en las relaciones de pareja. Max y los chatarreros no deja de ser una historia de amor sin expresar, entre Max y Lily (o de Max hacia Lily) de cuya dimensión no somos conscientes, por la opacidad de Max, hasta el trágico desenlace, cuando el policía sea incapaz de reconciliar sus sentimientos privados, ocultos, con las ramificaciones de la trama que ha puesto en marcha con total desprecio por la existencia ajena. Solo entonces es consciente de sus actos, de su traición a Lily, de la decepción de la realidad. Y se sacrifica.
Bellísima Romy en esta película que otrora me fascinó y debería revisar. Con monsieur Piccoli en estado de gracia. Ni más, ni menos.
Es una peli muy singular. Cómo esas historia de amor oblicua, tortuosa va colonizándola es muy hermoso.