Érase una vez un crítico: Tomás Fernández Valentí, capítulo 1. El oficio, las revistas, los autores, lo que se cuenta y como se cuenta.

Un clásico. Tomás Fernández Valentí. Veterano de Dirigido por… y activista de otras tantas publicaciones. Autor de libros, solo o en compañía, abogado a ratos y hasta bloguero. Ferviente cultivador del género, analista fino e irónico, desprejuiciado siempre, agudo las más de las veces, fiable como pocos, alérgico a la pose. Un crítico, si pero uno particular.

Dividida en dos entregas,de similar kilometraje, repasaremos tanto su bibliografía, la cual ocupará el capítulo dos, como, en esta, su actividad de crítico propiamente dicho. Sin más ceremoniales, el que quiera saber que siga leyendo:

Bueno Tomás, lo primero  muchas gracias por la visita, la paciencia y el tiempo prestado, y más ahora que se te multiplican las responsabilidades.

Gracias a ti también, por tu amabilidad hacia mi persona.

¿Puedes explicar un poco en que consiste tu nuevo, no se si cargo es mucho decir, dentro de Dirigido? Para nosotros los lectores esas interioridades son cosas misteriosísimas.

Básicamente, la labor de coordinador de la revista consiste en la asignación de textos a los colaboradores y cierto control de la actualidad cinematográfica, de tal manera que cada número de la revista sea lo más completo posible, partiendo siempre de la base de que la revista tiene 98 páginas de texto y que hay tantos estrenos cinematográficos cada fin de semana entre Madrid y Barcelona que resulta imposible hacer críticas de todos ellos con el espacio disponible.

¿Cómo es esto de ser abogado y crítico de cine?

Una labor esquizofrénica. Llevo más de una década compaginando ambas actividades, y por ahora lo llevo bastante bien. En cierto sentido, ser abogado me permite un contacto más directo con la realidad cotidiana del mundo, mientras que el ir al cine y el escribir sobre cine formaría parte de la, digamos, parte no-real o soñadora de mi vida.

¿Recuerdas como entraste en la revista, por cierto? ¿Y algo de lo que pienses “pues, oye, esto no estaba mal del todo”?

Pues entré a base de ponerme pesado. Empecé escribiendo sobre cine tal y como hemos empezado muchos, es decir, como hobby. Finalmente, y un poco empujado por quienes me conocían y leían lo que escribía, me animaron a intentar publicar en algún sitio. Lo que hice fue escribir una crítica de un estreno, de un folio de extensión, la fotocopiaba y enviaba una copia a diferentes periódicos y revistas de cine, ocho publicaciones en total, acompañadas con mis señas. Escribía en castellano, tal y como suelo hacer, pero también hacía una versión en catalán de ese mismo texto y lo enviaba al diario Avui, que era una de esas ocho publicaciones, por si colaba… Así estuve haciéndolo, todas las semanas, durante cuatro meses, hasta que, finalmente, una de dichas publicaciones me respondió: eran los responsables de Dirigido por… e Imágenes de Actualidad; se les acababa de marchar un colaborador que tenían y necesitaban a alguien que conociera el tema del cine y que pudiera ir por las tardes para escribir reportajes y corregir. Así empecé. Todavía recuerdo la fecha exacta: el 15 de enero de 1990. Pronto hará veintidós años (me cuesta creerlo…). En cuanto a la segunda parte de tu pregunta, a veces me cae alguno de mis viejos textos en las manos y, cierto, en ocasiones pienso que no estaba mal del todo lo que hacía, aunque en ocasiones también pienso: “¡horror! ¿Yo dije eso?”. A veces pienso que cuando empecé todavía era muy joven, tenía 25 años, y estaba muy airado. Creo que, con el tiempo, me he moderado en este sentido, pero he ganado, quizá, en astucia.   

En una entrevista hace tiempo, 2006 creo, para Miradas de Cine te quejabas de la falta de renovación en la revista, de que tú, Navarro y Quim Casas seguías entonces siendo los más jóvenes. Ahora parece haber llegado es nueva ola, con bastantes autores jóvenes…y con cierta polémica.

Es cierto. Dicho y hecho, de unos años a esta parte ha habido una renovación de firmas, y con gente que, además de joven, escribe muy bien y tiene unas ideas muy claras. A mí me resulta refrescante, y al contrario de lo que suele ocurrirles en ocasiones a algunos “veteranos”, yo no me siento amenazado por estas nuevas firmas, sino más bien acompañado. Tonio L. Alarcón, Anna Petrus, Roberto Alcover Oti, Israel Paredes Badía, Héctor G. Barnés, Raúl Acín, Gerard Casau, Aurélien Le Genissel… ¡A mí me gusta que estén! Y que conste que no lo digo ahora, que soy el coordinador, sino porque me gusta que haya entrado aire fresco en la revista, sin por ello barrer a las grandes firmas, con José María Latorre a la cabeza. La revista se renueva, y para mí eso es siempre una mejoría. En cuanto a si han traído consigo polémicas o no, a mí, particularmente, no me consta; si dicha polémica consiste en que tengan ideas distintas que las de, digamos, los “viejos”, entonces he de decir que para mí esa polémica no es tal, porque yo respeto las ideas de los demás con independencia de que las comparta o no, y no espero otra cosa que el mismo respeto hacia mis ideas que el que yo practico con las ideas de los demás.

Ahí arriba te llamo, con perdón, crítico. No se si te gusta la denominación o si te consideras como tal.

Acepto la denominación “crítico de cine” porque así está habitualmente aceptado este término para designar a este oficio. En ocasiones, el que me llamen “crítico de cine” me incomoda porque no me gustaría que me confundieran con ciertos personajes que practican la crítica de cine y que me parecen bastante indeseables porque presentan una visión perniciosa de este oficio, presentándose a sí mismo como personajes arrogantes y prepotentes que lo dominan todo y saben más que nadie. No voy a decir nombres, voy a ser muy diplomático.

¿Qué hay para mañana? Como ves el oficio frente al nuevo cine/industria. Dirigido se ha preocupado bastante en los últimos tiempos de pensar sobre esta relación cambiante entre medio y comunicador.

Los tiempos cambian, el cine cambia y, en consecuencia, la crítica de cine también cambia. Hemos empezado a asimilar conceptos como, por ejemplo, la influencia del videoclip en el lenguaje cinematográfico, el concepto del “falso documental”, los relatos de sentido cambiante, etc., etc., y hace muy poco, la influencia de la televisión en el cine y del cine en la televisión. Ideas que, cuando empecé a escribir en Dirigido por… hace veintidós años apenas estaban esbozadas o, simplemente, no existían. Si el cine evoluciona, los críticos de cine hemos de evolucionar, del mismo modo que el ser humano evoluciona en función de los vaivenes de la vida en este planeta. Siempre lo he visto como algo natural. Y, poco a poco, Dirigido por… ha sido, de un modo u otro, un reflejo de esa evolución, de ese cambio y de esas transformaciones del lenguaje del cine, el cual, vuelvo a insistir, ha evolucionado porque así lo ha hecho el propio lenguaje del mundo, y seguirá haciéndolo en el futuro. En cuanto a cómo veo el futuro del cine, ahora mismo, con los datos que poseo ahora, mi idea coincide con quienes piensan que hoy en día se ve más cine que nunca, que hay más medios de reproducción de películas que nunca, y que eso, de una forma u otra, está cambiando o ha cambiado ya nuestra relación personal con el cine. Más que el futuro del cine, lo que sí que veo que está cambiando actualmente es eso: nuestra relación personal con el cine.

Por qué existe esa pose de desprecio hacia el ejercicio crítico, más allá de que sea ensayismo, divulgación, etc… Pienso que el criterio propio se forja en contraposición a otros criterios; unos te enseñarán, otros te influenciarán y otros tantos te espantarán, pero son importantes para comprender más allá de lo obvio, del me gusta/no me gusta.

El desprecio hacia el ejercicio crítico es un síntoma del desprecio al hecho de pensar en general. Vivimos en un mundo globalizado en el cual hay una perniciosa tendencia hacia el pensamiento único y las opiniones uniformizadas, y en este contexto el individuo y el pensamiento individual son considerados algo “molesto” porque no encaja en la mecánica colectiva de nuestro mundo. Hay que ser políticamente correcto, hay que pensar esto y no pensar aquello, para no ofender a los grupos de opinión. Evidentemente, ni nadie nace enseñado ni nadie lo sabe absolutamente todo. Jamás me atrevería a decir que, a pesar de mi experiencia como crítico de cine, ya lo sé absolutamente todo y ya nada me puede sorprender. Me parece una estupidez. Naturalmente que hay que escuchar las opiniones de los demás, por más que no coincidan con la tuya, porque escuchándolas es como uno aprende, por contraste, a ir puliendo la opinión propia. Y, por descontado, toda opinión tiene que fundamentarse en una argumentación: no se vale decir “me gusta / no me gusta” y nada más; hay que explicar el porqué. Pero, claro, a veces explicar el porqué cuesta, es un ejercicio un tanto ingrato porque a veces obliga a mirar en el interior de uno mismo y eso no siempre nos resulta agradable, porque somos seres humanos, y por tanto, imperfectos y llenos de defectos.  

Por desgracia tengo la impresión de que la crítica de prensa y de no pocas revistas se ha empobrecido, en todos los aspectos además. No se si por falta de espacio físico, por sumisión o por falta de talento.

Es un tema muy complejo, porque en muchas ocasiones la limitación de espacio para las críticas de cine en la prensa diaria es una cuestión comercial derivada de intereses económicos de dichas publicaciones, las cuales prefieren minimizar el espacio para la crítica de cine en beneficio de temas que mueven mucho más la atención del lector en general, como por ejemplo los deportes. Por otro lado, hay que rendirse a la evidencia de que el deporte es un negocio mucho más lucrativo que el del cine. Y que para la mayor parte de la humanidad es más sencillo leer sobre deportes que leer sobre cine. También abrigo la sospecha de que existe la idea de que ser crítico de cine, o de lo que sea, es fácil, que consiste en lo que decíamos antes, en decir “me gusta” o “no me gusta”, dar cuatro pinceladas, y ya está, y la argumentación, en muchos de estos casos, o es pobre, o sencillamente inexistente. Pero creo que no es tanto un problema de la crítica de cine en particular como del mundo en el que vivimos en general: todo va muy rápido, todo pasa y nada queda, pocas cosas se consolidan, lo que escribes hoy ya es viejo mañana… Es la famosa “sociedad líquida” de la cual habla Zgymunt Bauman: es como agua; todo fluye pero nada queda.

 

¿Son, o somos, los blogs una vía alternativa consistente? ¿O incluso una cantera?

Son, o somos, una posible vía alternativa, pero siempre y cuando no caigamos en el error de incurrir en los mismos vicios de cierta prensa escrita, es decir, el decir “me gusta / no me gusta”, dar cuatro pinceladas, y a correr. Si algo me gusta de escribir en mi blog es el hecho de no tener una limitación de espacio y de poder desarrollar lo que quiera con la extensión que quiera. Es también arriesgado, porque te expones a la divagación y a la dispersión, pero la excitación de intentarlo hace que, para mí, ese riesgo valga la pena. Lo cierto es que de la Internet, tanto de blogs como de páginas o portales especializados, ha salido y está saliendo mucha gente válida. Ahora bien, son gente válida por sus propios méritos como escritores, no por el hecho de que sean “escritores de Internet”. Ya he dicho en alguna que otra ocasión que no creo que ni los críticos de cine que publican solo en papel sean mejores que los críticos de cine que publican solo en Internet, ni viceversa: el crítico de cine que es bueno, o que es malo, lo es de manera intrínseca, con independencia del soporte en el cual publique.

¿Pero no puede que resultemos peligrosos por exceso, que malversemos la crítica?

Podría darse una malversación de la crítica de cine si hubiese muchos malos críticos de cine en Internet que acapararan las preferencias de los lectores. Pero no creo que sea un problema exclusivo de un exceso de críticos de cine en Internet, puesto que esa malversación de la crítica de cine también podría darse por culpa de un exceso de malos críticos de cine entre los que publican solo en papel. Vuelvo a insistir en que, para mí, y hablando en términos muy generales, solo hay dos clases de crítica de cine, la buena y la mala, o dos clases de críticos de cine, los buenos o los malos, y que el hecho de que unos publiquen solo en papel y otros solo en Internet, o que hagan ambas cosas a vez como es mi caso y el de muchos otros, no tiene absolutamente nada que ver con el medio en el que publican. Lo que para mí cuenta es el qué se publica, no dónde ni cómo.

¿Qué tal es tu experiencia bloguera? Es un contacto directo e inmediato con el lector muy diferente de las revistas o los libros. ¿Notas mayor libertad personal a la hora de escribir?

En cierta ocasión una de las personas que entran en mi blog me comentó que me veía “más suelto” que cuando escribo para revistas. Puede. Algo de eso noto. Hay una mayor cercanía, o mejor dicho, una aparente sensación de mayor cercanía, por más que no sea del todo cierta. ¿Mayor libertad para escribir? Si acaso, mayor libertad para extenderme tanto como quiera, lo cual para mí ya es ser muy libre. No hay mayor libertad que poder decir lo que uno quiere.

Igualmente escribes en revistas de tono y target muy diferente: Dirigido, Imágenes, Scifiworld, incluso el portal Cine Archivo ¿Te permite esto una variedad agradecida de temas y enfoques?

Sí, así es. Para Dirigido por… hago críticas, digamos, más técnicas. Para Imágenes de Actualidad, críticas más cortas y textos mucho menos técnicos, digamos que más accesibles. Para Scifiworld, para la cual casi nunca hago críticas, artículos principalmente informativos, por más que no puedo –ni quiero— evitar el colar algunas opiniones personales. Y, para Cine Archivo, un híbrido entre lo técnico y lo informativo, pues en ocasiones no comento solo películas sino también libros, y eso me permite hacer, un poco, de “crítico literario”, lo cual me hace gracia porque es distinto a hacer de crítico de cine, es otro lenguaje, otro mundo.

Cómo te encuentras más a gusto como autor, ¿con las críticas o con los trabajos de estudio, más amplios?

Procuro encontrarme a gusto en todo aquello que escribo y sobre lo cual puedo opinar libremente. ¡Incluso con esta entrevista! Evidentemente, el disponer de más espacio te da la opción de poder explayarte en determinados aspectos. Pero la limitación de espacio, en muchas ocasiones, también resulta estimulante, porque te obliga a sintetizar y concretar, con lo cual no te vas por las ramas y te fuerza a ser lo más preciso posible. En este sentido, me gustan todos los formatos, los largos y los cortos, porque todos ellos tienen sus posibilidades. Lo único que no tolero son las cortapisas a mi opinión. Yo respeto la de los demás y a cambio tan solo pido respeto para la mía. Nada más.

Volvamos a Dirigido. Creo que sigue siendo la mejor pero esperaba cierta, no se si polémica es la palabra, cuando la aparición de Cahiers en su versión española. Hubo escarceos de ensayistas más guerreros pero, en general, no parece que haya supuesto ninguna variación. ¿Prefieres esta situación o te gustaría un cierto combate ideológico?

Yo también creía que iba a darse esa polémica entre ambas revistas. Lo cierto es que la esperaba con cierta alegría, y sin nada de resentimiento por mi parte (¿por qué habría de tenerlo?), pues estaba convencido de que iba a dar mucha “movida” al asunto, que podría haber sido muy estimulante. Pero no. Al final resulta que Dirigido por… y Cahiers du Cinéma. España conviven como si fueran dos líneas paralelas, que por definición nunca están destinadas a encontrarse. Es como si la una se elaborara a espaldas de la otra, y viceversa. Creo que una polémica –sana y cordial, por supuesto— entre ambas revistas hubiese tenido mucha, mucha gracia. ¡Y se habrían animado las ventas! Es verdad que, al menos desde las páginas de Dirigido por…, ha salido algún que otro “dardo”, directo o indirecto, hacia Cahiers du Cinéma. España. Pero la cosa se ha quedado ahí. Lo cierto es que a mí sí que me hubiese gustado un mayor juego dialéctico entre ambas publicaciones, porque, vuelto a insistir, a mí me gusta que haya diversidad de opiniones y que la gente escriba libremente sobre lo que quiera. También es posible que dicho juego resulte imposible como consecuencia del propio planteamiento de ambas publicaciones, más compacto y con una línea editorial más concreta en el caso de Cahiers du Cinéma. España, más heterogéneo y ecléctico en el caso de Dirigido por….

Siempre he preferido Dirigido por ese eclecticismo desprejuiciado que mencionas y últimamente esto parece potenciarse con un puñado de dossieres sobre cosas bien poco vistas o sobre géneros populares.

La revista siempre ha procurado hallar un equilibrio entre el cine, digamos, “clásico” (es una manera de hablar), y el cine, sigamos diciendo, “actual” o “moderno” (que también son maneras de hablar). Y un tema que a lo que hacemos “Dirigido por…” siempre nos ha resultado apasionante es la posibilidad de hablar de géneros populares, poco o nada tratados con anterioridad en España, y haciéndolo siempre de la manera más digna posible. Suele decirse aquello de que no hay temas indignos, sino tratamientos indignos. Y, por tanto, puede hablarse de cualquier tema, de cualquier género por excéntrico que sea, siempre y cuando se haga con rigor y seriedad. Cuando digo seriedad no quiero decir que no pueda hablarse de las cosas con sentido del humor; ¡se echa mucho en falta un poco más de sentido del humor en la crítica de cine española!; a lo que me refiero es a hablar de las cosas, de los géneros, con dignidad y sin desprecio, sin miradas arrogantes, sin mirarse ese tipo de cine más “popular” (es una manera de hablar) y menos “intelectual” (¡también es una manera de hablar!) por encima del hombro.

¿No toca revisar, por fin y a conciencia, la “política de autores”, tanto en el sentido de cuestionarla como de encontrar nuevos nombres o acercamientos?

Ya he dicho en más de una ocasión, y sigo pensándolo, que la política de autores tuvo y tiene cosas buenas y cosas malas. Las buenas, muchas: que, gracias a ella, se reivindicaron cineastas y géneros que hasta ese momento no habían tenido el reconocimiento que se merecían. Las malas: una entronización del director no ya como “autor”, sino como “creador” o incluso “dios” de sus propias creaciones, siempre perfectas, siempre impolutas, en detrimento y por comparación con las películas de los directores que no son considerados “autores” y que, siguiendo este razonamiento –que no comparto en absoluto—, por tanto son automáticamente malos directores, cuando eso en muchas ocasiones no es cierto, y da pie a prestigios preconcebidos e incluso diseñados de antemano para ser considerados “autores”. Ahora bien, la política de autores dudo mucho que desaparezca jamás, dado que está muy arraigada en el imaginario del crítico de cine de todo el mundo. Pero, como toda teoría, puede mejorarse y perfeccionarse; o cuanto menos, adaptarse a los tiempos que corren, a la evolución del cine y del mundo; no quedarse en conceptos que hace cuarenta o cincuenta años estaban bien, sencillamente porque el cine de hace cuarenta o cincuenta años era diferente al de ahora.

 

Siguiendo esta vía me resulta llamativo como, en ciertos aspectos, el cine de animación y las series televisivas replican las políticas y prácticas del Studio System. Son autorías de estudio (Pixar, Ghibli) o de escritor/creador/productor (Chase, Abrams, Ball, Simon, Winter, Weiner,…).

 Es que otro gran error de la política de autores, digamos, “clásica” (la de sus inicios) es considerar que tan solo los directores de cine pueden ser “autores” de cine. Guionistas, fotógrafos, músicos, incluso la por lo general muy despreciada figura del productor tienen su grado de “autoría”, y han creado sus propias escuelas. No sé si podríamos considerar, por ejemplo, a David O. Selznick un “autor”, porque se trata de una figura anterior a la teoría de la política de los autores, pero me parecería perfectamente comprensible que alguien así lo viera y lo razonara de esta manera. ¿Alguien podría asegurar a ciencia cierta que, por ejemplo, Ray Harryhausen no es un “autor”, o que como mínimo no desarrolló una labor muy cercana a los parámetros de la autoría? Pese a todo, tengo que decir que, a fin de cuentas, tampoco hay que obsesionarse con el hecho de si un director, un guionista o un técnico, es o no un “autor”, sino en si se trata de personalidades interesantes y que hayan dicho algo concreto y de forma brillante. Recuerdo que, en cierto coloquio televisivo, de una televisión local si no recuerdo mal, varias personas se enzarzaron a discutir sobre si Richard Fleischer era o no un “autor”; en el coloquio estaba presente mi amigo Chus Parrado, quien a mi entender zanjó la discusión diciendo que, a fin de cuentas, qué importaba si Fleischer era o no un “autor”, si lo que realmente importaba era lo buenas que son sus películas. Estoy completamente de acuerdo con Chus, y que conste que no lo digo porque sea un muy querido amigo mío, sino porque me parece un razonamiento muy lógico y natural.

En cuanto a la animación fuiste uno de los pioneros, junto a gente como Jordi Costa por ejemplo, en tratarlo con plena naturalidad, sin condescendencia. Hasta el punto de convertirte en casi el crítico oficioso de la revista en la materia, aunque ahora Tonio L. Alarcón te echa una mano por ahí. ¿Crees que se ha roto definitivamente esa especie de barrera o todavía hay mucha mirada por encima del hombro y mucha reducción al producto meramente infantil?

Hay mucha todavía, pero es verdad que de unos años a esta parte el boom del cine de animación de Pixar, por un lado, y el prestigio de Hayao Miyazaki, por otro, ha contribuido a normalizar un poco la situación. Pese a todo, todavía percibo bastante resistencia, o cierta tendencia a considerar que una película de dibujos animados tiene menos mérito que una película de imagen real. Creo que el error consiste en ver en la imagen real algo más meritorio que en las imágenes del cine de animación, y no entiendo que se vea así, más teniendo en cuenta el esfuerzo humano y artístico que hay volcado en no pocos largometrajes de animación. Evidentemente, influye el hecho de que el grueso de la producción animada mundial esté principalmente dirigida hacia un público infantil o cuanto menos de poca edad, pero aún así creo que el crítico de cine debería prescindir que esta cuestión y concentrarse en los méritos artísticos del film en sí mismo considerado. Siempre he dicho que, en el fondo, el “truco” consiste en ver una película de animación con los mismos ojos –y el mismo rigor— con el cual miras una película de imagen real, pues ambas comparten, a fin de cuentas, idénticos conceptos en materia de iluminación, planificación, puesta en escena, montaje, post-producción de sonido, etc.: ambas son cine. Por otro lado, el concepto de cine de imagen real empieza a parecerme un poco anticuado, teniendo en cuenta los actuales avances en materia de manipulación de la “imagen real” gracias a la tecnología digital y a las imágenes generadas por ordenador.

Otro de los terrenos en los cuales te has, digamos especializado, es en el del cine comercial al cual tratas siempre desde una óptica nada comodona, sorprendente en muchas ocasiones. Hasta el punto de quedarte casi solo en la defensa de muchos títulos.

He de decir que esa especialización en el cine comercial no ha sido voluntaria, sino que en muchas ocasiones me ha venido dada porque se trataba o de escribir sobre este tipo de cine… o de no escribir. Pero es verdad que, por regla general, procuro no dejarme llevar por prejuicios y ver las películas, como suelo decir, en sí mismas consideradas, con indiferencia de sus intenciones comerciales. Procuro hacer lo mismo con el así llamado “cine de autor”, o minoritario, o como se ponga de moda llamarlo: sus intenciones comerciales no me interesan para nada, solo busco el cine que me puedan ofrecer. Nunca he creído que el cine llamado comercial no sea cine y el que buen cine esté en el llamado minoritario, ni viceversa, pues he visto muchas producciones de Hollywood de gran calidad y mucho cine de autor que no vale un pimiento. Si a ello añado que los conceptos mismos de “autor”, “comercial” o “minoritario” son relativos y discutibles, son maneras de hablar, comprenderás que por lo general no me deje impresionar por las etiquetas. Lo que pasa es que mucha gente, todavía hoy, de los que tienen la paciencia de leerme están convencidos a pies juntillas de que lo hago aposta: que se trata de una actitud adoptada de antemano. No paro de decirles, y de decir a todo el mundo que no, que no lo hago con esa intención, que me sale así, que en el fondo soy muy impulsivo e instintivo, no voy al cine con la vara de medir… Pero me temo que nadie se lo cree. En eso no tengo el menor poder de convicción.

Como escritor lo que prefiero de ti es la sencillez y la claridad, tanto para expresarte como a la hora de detectar lo esencial de las películas. Me parece una facultad a la vez muy depurada  y ejercida con enorme modestia. No te das ningún aire.

Muchas gracias. Uno de mis propósitos siempre ha sido el evitar ser “plomizo” cuando escribo. El estilo siempre es interesante de cultivar, e intento tener un estilo lo más fluido posible, entre otras razones porque tampoco soy de los que creen que, para hablar de cuestiones complejas, haya que utilizar en todo momento un lenguaje muy complejo. Muchos de los grandes escritores de la literatura universal se explican con un lenguaje aparentemente sencillo sin que sus obras pierdan un ápice de complejidad. Dicho así, parece que me estoy comparando con los grandes escritores de la literatura universal… Nada más lejos de mi intención, la literatura me da muchísimo respeto y esa es la razón por la cual jamás me he atrevido seriamente a abordar la ficción. Lo que quiero decir, tan solo, es que procurar ser sencillo y claro al escribir no impide en absoluto abordar cuestiones complejas.

Hace poco te leía en una entrevista, no recuerdo si era reciente o no, sobre tú preocupación por la puesta en escena y la sintaxis cinematográfica por encima de la temática que quizás sea lo que se ha ido imponiendo entre los críticos.

Es una tendencia que veo con mucha, demasiada frecuencia, y que, con franqueza, no me gusta, porque no me parece auténtica crítica de cine. Entiendo que lo que define al cine, al igual que a las demás artes, es su lenguaje específico, que es lo que lo diferencia del resto de artes. Por eso no entiendo que se haga crítica de cine sin hacer la más mínima mención a sintaxis cinematográfica, para mí carece del menor sentido. Es como hablar de literatura sin comentar para nada el estilo del escritor, o de pintura sin hacer la más mínima mención al trazo o al color, pongamos por caso. Es lo de siempre: elogiar una manifestación artística en función de su “tema”, su “discurso” o su –horror— “mensaje”, sin entrar en cuestiones estéticas. Sería como despachar “Guerra y paz”, la novela de Tolstoi, como una mera crítica al bonapartismo, pongamos por caso; o limitarse a decir de la Mona Lisa, de DaVinci, que es una exaltación del misterio femenino, o una chorrada por el estilo. No entiendo que se hable de una película y se diga que es muy buena sin mencionar para nada su planificación, montaje, profundidad de campo, puesta en escena en general. Lo veo ridículo. Si el uso óptimo de los recursos cinematográficos es lo que hace buena una película, ¿por qué no se dice? ¿Por qué no se comenta, o no se comenta con la frecuencia que debería hacerse? Entonces se entra en lo de siempre: en análisis de guión. En abstracciones teóricas y para nada prácticas, que conducen a que, por ejemplo –y disculpadme—, se elogien bodrios como Los pasos dobles por el mero hecho, dicen, de que es un film “de arte” o “sobre el arte”, cuando a la hora de la verdad no hay en él la menor idea de puesta en escena, lo cual para mí lo invalida completamente como “arte”, al menos como arte cinematográfico; te dirán que no, que la película habla de pintura; y yo a eso respondo que, cuando voy al cine, voy a ver cine, con independencia de lo que “trate” la película; y si la película no tiene buen cine, no es una buena película, hable de lo que se suponga que hable.

13 Comentarios Agrega el tuyo

  1. Pablo dice:

    Interesante entrevista. Muy de acuerdo con él en el asunto de la puesta en escena y sintaxis cinematográfica. Saludos!

    1. Muy agradecido por la parte que me toca y atento que en un par de días habrá capítulo dos.

  2. Enhorabuena por la entrevista, Adrián, y muchas gracias a Fernández Valentí por dejarse ver por aquí y por hablar tanto y tan bien de su actividad crítica. En papel tengo dos lecturas cinematográficas de cabecera en el terreno de las revistas mensuales: una es Fotogramas y, la otra, Dirigido por. La primera me informa y me entretiene, mientras que la segunda me forma y me hace pensar. Esa línea editorial ecléctica, desprejuiciada, es lo que más me atrae de ella: ir a por lo cinematográficamente valioso, independientemente de quién lo haga o de sus condiciones de producción. El cahierismo (que viene a ser el endiosamiento del autor, la demonización de lo industrial y la huida de la ficción de género como vehículo conceptual) no me atrae nada y me opongo fieramente a él, aunque tenga en el Cahiers algún que otro amigo que intente cambiar las cosas «desde dentro». El cahierismo puro convierte la crítica cinematográfica en un asunto moral, más que técnico o racional; en una cruzada por lo que consideran no bueno, sino correcto; en una suerte de renovada lucha de clases entre la industria y el autor. Y esa dialéctica ni me interesa ni me gusta.

    Por cierto, que me parecen enormemente conectadas la última pregunta y las referentes a la calidad de la crítica cinematográfica actual, el papel de internet y el desprecio al ejercicio crítico. Personalmente, no creo que sea cuestión de talento, como apunta Adrián, sino de conocimiento puro y duro: falta formación teórica (lenguaje cinematográfico) y práctica (bagaje fílmico) en la crítica actual; y ese el motivo por el que en no pocos medios «especializados» rara vez se explora la sintaxis de la forma artística. Este desconocimiento se sustituye, consiguientemente, por niveles de «facilidad»: el me gusta/no me gusta como base de una crítica sería el primer escalón, pero a buen seguro los siguientes serían la «argumentitis» (hipertrofiar el análisis del mensaje o el argumento) la «guionitis» (hipertrofiar el análisis del guión) o la adjetivación sinonímica aplicada al despiece técnico (ese que sustituye el parco «es una gran película» por «posee un excelente montaje, una fotografía brillante y una banda sonora cautivadora», buscando así parecer que se dice más sin, en realidad, decirlo). El último de estos niveles de facilidad sería, a mi juicio, la perversión de esa «política de autores»… porque analizar la evolución de los discursos conceptuales y formales de un autor puede ser sumamente interesante; pero discutir a propósito de si alguien es un autor o no, o encumbrar el mismo concepto de autor… bueno, eso no es un debate interesante.

    A poco que se observe se constatará que para todos y cada de los escalones de esa «crítica fácil» no hace falta ningún tipo de formación teórica o práctica: el gusto es automático, la guionitis/argumentitis basada en el mensaje es una cuestión opinativa, el despiece adjetivado es un juego de manos y la cuestión industrial/autoral –cuando se pervierte– pasa a ser una materia ideológica. Todas y cada una de ellas se basan en la opinión más solipsista. Y ni una sola requiere del más mínimo conocimiento, de la más mínima lectura teórica, para ser ejercida. Cualquiera puede formarse para ser crítico, pero no todos se han preparado para poder ser uno. Lo dejo aquí… ¡un saludo y muchas gracias por esta lectura mañanera!

    1. ¿Y yo que digo después de esto?

      Solo que sobre la política de autores tengo alguna idea particular que expondré en breve tomando a Alexander Mackendrick como excusa, ya que las ha provocado, o más bien aclarado y puesto en orden, la lectura de la excelente monografía que le ha dedicado Asier Arzanzubía para Cátedra.

  3. Belén dice:

    A partir de ahora, cuando compre «Dirigido por» la miraré de otra manera. Interesante reflexión sobre el oficio del crítico. Felicitaciones por la entrevista.

    1. Jeje…como si fuera ya un amiguete. Y espérate que hay más.

      1. Roy Bean dice:

        Enhorabuena, Adrián, has acercado un poco más a Tomás al que siempre he visto como un crítico , tu lo defines arriba , desprejuiciado. Lo he seguido intermitentemente en su blog y también me ha dado esa sensación. Yo he dejado de comprar hace años revistas de cine, pero Dirigido era mi pan nuestro de cada més. Yo creo que Cahiers si que ha impuesto su «criterio» de seguimiento, y el sr. Losilla y demás, son los que marcan la pauta. Lo veo en Internet, en los debates, en lo que dicen que viene y en lo que está ya aquí. Uno pasa de desprestigiar a Malick para decir que lo que hay que ver es a Piavioli, mundo crítico, no me gusta, me gusta lo que dice la gente cercana a mi, y veo al sr. Valenti como alguién cercano en ese sentido. La entrevista todavía me lo confirma aún más.
        Sobre las revistas de vez en cuando les echo un vistazo melancólico en la biblioteca. No conocía esa monografía de Catedra sobre Mackendrick uno de mis directores favoritos, intentaré conseguirla.

        Reitero la enhorabuena, estas haciéndolo de 10 , y no son halagos gratuitos.(mañana pagarás algo eh?)

      2. ¿Limpialapiceros, limpiacristales? ¿Cóma era? Aquello que corroía la barra de la cantina…

        Valentí es un tipo sencillo, tanto como escritor como personalmente por lo que se puede intuir. No se da aires de nada, ejerce con oficio, agudeza y sentimiento. Lo cual no quita para que sea reflexivo. Coincido en su manera de pensar la crítica y en su forma de ejercerla.

  4. Roy Bean dice:

    Ah, esperamos la segunda entrega con fruición.

    Saludos.

  5. Esplendida entrevista. No lo conocía porque no soy soy muy de revistas, pero, como bien dices, me ha parecido un tipo sencillo, con mucho sentido común y conocimiento de causa. ¿Te ha fichado ya para el Dirigido por…?

    1. Me autocorrijo: Cotejando mi material me doy cuenta que a Valentí le he leído en al menos dos Quatermass, e incluso tengo algo suyo acerca del mito de Frankenstein. Es que no me quedo yo con los nombres de los críticos, jajaja… Vas a crear un nuevo «star system».

      En cualquier caso me reafirmo en lo dicho anteriormente.

      Saludos!

      1. Jeje…no, todavía no.
        El libro de Frankenstein, que escribió junto a Antonio José Navarro aparecerá en la segunda entrega y es estupendo, muy bien editado por al difunta (o reconvertida más bien) Nuer.

Deja un comentario