Los burgueses se tocan: Emmanuelle/Historia de O. Los 70 década erótica, «soft-core» publicitario para las masas

 

Curiosamente “Emmanuelle” ya había sido adaptada sin ninguna trascendencia en 1969 como «Io, Emmanuelle» por Cesare Canevari y con Erika Blanc ocupándose del papel principal, así que ¿qué fue lo que hizo arrasar el mismo material solo cinco años después?, ¿cuál fuel resorte que se pulsó esta vez? El mayor mérito de “Emmanuelle” fue que abrió una espita que en no pocos aspectos ya estaba siendo forzada o más bien el haber tenido la habilidad y el ojo de saber que ese era el momento, que existía una demanda latente, un publico potencial que buscaba emociones respetables en mitad de los locos setenta (es ejemplar la desmesurada popularidad de la escenita del folleteo en el avión), la transgresión burguesa aparentemente lujuriosa y finalmente inofensiva de un revolución sexual más fantaseada que real.

El invento consistió básicamente en dar una pátina de respetabilidad al «soft», por la vía de la estética publicitario/”arty” y el esteticismo lánguido con coartada literaria, un plus de respetabilidad que el subgénero repetiría insistentemente para atraer a las salas a un público en principio refractario a la escabrosidad del cine erótico (o directamente pornográfico) y de igual modo sacarlo del circuito «bis» para colocarlo en cines de estreno, redondeando así una operación comercial ejemplar.

Así y aquí nació y se conformó un verdadero nuevo sub-género dentro de la siempre oportunista industria europea de la época, un “erotic-chic” que se hizo moda, el cine que había que ver con naturalidad para no pasar por mojigato, un fenómeno que guarda no pocas similitudes con el estallido socio-cultural que supuso el estreno de “Garganta profunda” en los Estados Unidos.

El resultado fue un éxito a niveles de fenómeno planetario que no solo convirtió a la película y a su personaje protagonista en mito popular sino que desató todo una oleada de imitaciones y secuelas, hasta fechas bien recientes con serie televisiva incluida y pasando Emmanuelle de actriz en actriz, destacando esa gloria «trash» que fue Laura Gemser, que aquí aparece como solícita masajista durante una sesión tailandesa que francamente cumple su excitante cometido.

La película en si vale más bien poco, un bodrio envuelto en celofán solo revisitable y digno de valoración desde ese punto de vista histórico y como pieza de incalculable valor sociológico, siendo un dechado de horterez endomingada y fantasía masculina con cierva sumisa y permanentemente dispuesta (un aspecto al que no es ajeno la elección de unas actrices lánguidas e inexpresivas pero insultantemente hermosas, auténticas “muñecas” de suspiro fácil y párpado extasiado), una sesión de educación amatoria de manos de hombres experimentados y bellas mujeres listas para la experimentación sáfica (esquema que se repetiría hasta la saciedad y que Jaeckin retomaría en esa “Historia de O” que tenéis un pelín más abajo), que paradójicamente y al igual que la gran mayoría de sus sucesoras se vendió como una especie de cine en femenino que reivindicaba una suerte de decisión sexual libre para la mujer con la ínclita Emmanuelle como faro y guía de comportamiento. Queda por tanto algún momento afortunado, la instauración de un corsé narrativo y estético (desde el aspecto turístico/exótico de sus escenarios, a la música meliflua, cortesía de Pierre Bachelet, dirigida a poner en situación receptiva al personal), desfachatez por toneladas y la imagen icónica de esa irresistible Emmanuelle, personificada por una Sylvia Kristel que hipnotiza igual que mirar un derrumbe.

 

 

El siguiente paso en este repaso breve de las hazañas de temible Just Jaeckin en un film aún más vulgar y relamido, hortera hasta la nausea y que además tiene la grosería de dilapidar un material de partida inmejorable, otra vez la coartada literaria otra vez con escritora para dar aspecto de autenticidad, al que despoja de cualquier capacidad turbadora, fascinante o enfermiza para regodearse en la estética de «spot» de «Lovable» y el «flou» fotográfico del que «Bilitis» (1977) es dolorosa y estomagante cumbre, no en vano tanto David Hamilton (director de ese referido y de otra no mejor, pero ya de cuando el asunto declinaba, como “Tiernas primas”,1980) como Jaeckin era fotógrafos, uno más de modas y el otro tirando a artístico, de manera que exactamente eso fue lo que trasladaron a estas  películas, cuadros bellamente compuestos en el que figuras esbeltas retozaban en lentas coreografías atrapados en un éxtasis  de luz filtrada musicalizado para triunfar por el inevitable Bachelet copiando mal al gran Serge Gainsbourg, que por cierto trabajó en el «score» de «Madame Claude» en 1977. Algo así como la dignificación del “soft-core” para todos los públicos, listo para ser vendido en una caja de irresistible aspecto, la perfecta “pornografía para las masas” que el temible Jaeckin patentó en esa inocua y exitosísima «Emmanuelle» (y vuelta al principio).

Las hazañas de O carecen de atmosfera y verdadero peligro (pese a contar con un guión firmado por el interesante novelista criminal Sébastien Japrisot, autor también de “Largo domingo de noviazgo” o guionista de la espléndida “Adios, amigo”, uno de los grandes thrillers europeos de los 60 que Jean Herman dirigió para Delon y Bronson y que prometo rescatar), aunque así y todo guarden algunas imágenes de mérito (la mejor, y la única genuinamente turbadora, es la mirada de una O atada por las muñecas entre dos columnas, sudorosa, lacerada y así y todo desafiante)  y alguna buena idea (nadie es tan negado cuando la base es excelente) pero hay muy poco que rascar perdiéndose la perversión «sadiana» que mezcla placer/dolor, sumisión/control, amor/degradación, dentro de un juego a un tiempo cerebral y venéreo, donde los límites deberían ser difusos y el quién y como manda permanecer en la ambigüedad incómoda y fascinante. Un juego perverso de «puesta en escena» del deseo convertido en ritual que incluye, la quiebra de la personalidad y un proceso de animalización (presente también por cierto en el «Portero de noche» de Liliana Cavani) con marcado incluido que se desperdicia como si tal cosa.

Evidentemente cualquier sutileza se pierde o queda apabullada por un esteticismo asfixiante y un mal gusto rampante, del que vuelvo a incidir solo se escapan contados detalles escenográficos y de composición o vestuario. Para rematarlo está horriblemente interpretada (presencia incluida del estrafalario Udo Kier como amante inductor de la nuestra heroína) siendo la preciosa pero (nuevamente) insípida e inerme Corinne Clery incapaz de transmitir ni pizca de la pulsión autodestructiva y el desafío de su esquiva y tormentosa protagonista, un carácter femenino decidido a buscar el límite por si misma, imponiéndose en terreno masculino, que aquí es reconvertido en objeto, no por voluntad propia, sino como enésima plasmación de fantasías masculinas de disposición total.

Como lamento final recordar que Berlanga coqueteó largo tiempo con adaptarla y que Guido Crepax la trasladó al tebeo de forma ejemplarmente morbosa. Para otro día el erotómano polaco Walerian Borowczyk y “La bestia”

9 Comentarios Agrega el tuyo

  1. mepi dice:

    ¿Quien no recuerda haber visto en su niñez/adolescencia alguna de estas peliculas?. Recuerdo que en el canal autonómico valenciano las echaban los sabados de madrugada en un ciclo titulado NOCHE DE EROTISMO.Son de esas peliculas que en tu pubertad ocupan su lugar propio, recordandose de ellas no tanto el argumento como algunas escenas morbosamente planificadas en un claro tributo al Marques de Sade. Sinceramente, creo que son el más elevado exponente de un género trágicamente devaluado como es el erotismo, derrotado éste último por la obsesión de lo explícito.
    Al leer la reseña, me ha venido al rostro una sonrisa al recordar aquello que sentía cuando visionaba estas joyitas y las «comidillas» en el patio del colegio al lunes siguiente. Gracias, Esbilla.

  2. esbilla dice:

    Si,si eran todo un fenómeno, en los primeros tiempos de Telecinco ponían a porrillo, recuerdo por ejemplo Interior de un convento o la secuele de Emmanuelle. Historía de O la vi por primera vez en TVE1 hará veinte años tranquilamente y recuerdo bien un estupendo ciclo veraniego de Antena 3 no hace mucho que rescató mucho de este material de los 70, ahí revisé Emmanuelle o Cuentos inmorales ya con otros conocimientos y pude ver El imperio de los sentidos, por ejemplo. Bueno se acabó el revival nostálgico. Esta época fue a la vez esplendor y muere del género, esplendor por el descomunal éxito económico que supusieron pero mortal por la vulgarización esteticista a la que empujó el erotismo. Desde luego en el cine comercial actual lo sexual está cadaver, la pacatería y la des-erotización son ley.

  3. Pues sí, no soy muy aficionado al género, terreno de nadie, adulcorado hasta la saciedad y con ese esteticismo hoy día tan desfasado. Emmanuelle si creo haberla visto, pero poco más. Prefiero las explicidades de El Imperio de los sentidos o Saló, francamente…

  4. mepi dice:

    Tanto El Imperio de los Sentidos como Saló merecen por si solas un post entero. Ahí queda el guante, a ver si alguien lo recoge….

  5. esbilla dice:

    Creo que me voy a hcer el loco. Ambos títulos me parecen excelentes,en especial «El imperio…» que es una película soberbia, una de seas miradas al abismo que amenaza con mirarte a ti. En cuanto a la estomagante y brutal Saló… prefiero la «trilogía de la vida» (sobre todo «Las mil y una noches»)y encima igual me cierran el chiringuito si pongo según que cosas. Desde luego esas dos se salen de este erotismo de salón sin peligro,están mas en la corriente del «cine escándalo» que también fue moda setentera rápidamente degradada e impulsada por el descomunal éxito de la turbadora «El último tango…» y de ahí pues,»Portero de noche»,estas dos o incluso «Lo importante es amar»,que hoy o mañana tendreis por aquí.

  6. nadie dice:

    No estoy de acuerdo en algunas cosas que decís. Los que no son burgeses también se tocan, y creer que «la belleza es insultante» es un rechazo que se basa en el mismo principio que su opuesto… creer que los feos no deberían existir. Ambos extremos, absurdos.

    1. Efectivamente los que no somos burguése también nos tocamos, pero estas dos películas fueron hechas por y apra burgueses, que fueron los grandes consumidores de es mansa corriente erótica que buscaba ala taquilla por la vía del «escandalito».
      Lo de la belleza y el insulto es una confusión idiomática, creo. «Belleza insultante» es una forma de hablar, una exageración qeusignifica ser tan bello que ya es demasiado.

  7. bishop2 dice:

    Hombre, pienso que Emmanuelle desde luego no se puede valorar con los mismos baremos que Rebecca o Último tango en París (un poner). Pero el calificativo bodrio me parece excesivo. A mí me gusta mucho, vista como lo que es: un argumento irreal de fotonovela, una postalita ligera llena de estereotipos, con unos cuerpos deliciosos y un agradable aroma retro. Hay cientos de productos cutres en el cine S, y francamente pienso que Emmanuelle, (dentro de lo que es, insisto) me parece una película bastante bien facturada. Luego que si los mensajes machista-patriarcal-burgueses (recuerdo una crítica con mucha conciencia de clase en la revista Cinema 2002 que prevenía en contra de su mensaje tóxico, no tenia desperdicio)… en fin, que es verdad, pero hay que verla sabiendo lo que puede ofrecer, igual que uno se mete a ver al Schwazy en Desafío Total y sabe que de momento no hay vacaciones en Marte. Poner, pone. ¿para cuándo el porno-seda (por contraposición al porno-Kleenex)? Lo dudo, lo dudo, lo duudoo… Un saludo.

    1. Encuentro que la película es capital para entender una serie de fenómenos en al Europa de la época, es decir de gran interés histórico-sociológico, pero muy corta como pieza cinematográfica. aunque la Kristel subyuga. Mucho pero encuentro, así y todo, la otra, esa desperdicia un texto formidable y tiene muchas más ínfulas.

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