Un vistazo al notable “thriller” argentino a través de dos películas de dos épocas diferente, 1978 y 1993, pero unidas por un hilo invisible, tanto argumental como sobre todo espiritual, al usar con inteligencia los cánones y la gramática del género para radiografiar realidades, para mostrar con crudeza las miserias de un país, el mundo subterráneo de trampas y engañifas que sostiene las ciudades.
«Ratones por las paredes»
Director: Adolfo Aristarain
Año: 1978
País: Argentina
80 min.
Fotografía: Horacio Maira
Música: Aníbal Gruart y Jorge Navarro
Guión: Adolfo Aristarain
Reparto: Julio De Grazia, Luisina Brando, Fernanda Mistral, Julio Chávez, Ulises Dumont, Beba Bidart, Arturo Maly
Primera película de Aristarain y apertura de su sólido ciclo negro, ampliado con la soberbia “Tiempo de revancha” que hermana el alegato de orgullo obrero y la briosa trama criminal para retratar con crudeza la Argentina de la época y con “Últimos días de la víctima” estilizado “thriller” metafísico sobre un muy “melvilliano” pistolero de alquiler interpretado por el imprescindible Federico Luppi. Un arco siempre más ambicioso y complejo con cada entrega y desprovisto afortunadamente de la verbosidad y el trascendentalismo ñoño que pronto asaltaron su filmografía.
En este caso Aristarain afila una historia negrísima (y moral), sobre un tiparraco miserable y acabado, con sus ambiciones constreñidas por un trabajo mediocre que casualmente termina por hacerse con el botín de un golpe perpetrado por una trío de criminales no precisamente amistosos, al descubrir que lo han ocultado en la azotea de su edificio. A partir de aquí comenzará una escalada violenta y asfixiante repleta de sordidez, paranoia y peligro que se afianza en unos protagonistas ambiguos y tortuosos a los que el dinero pone a prueba. Espléndidamente interpretados por actores que se convertirían en indisociables de esta primera parte de la filmografía del autor, como Julio De Grazia como el desagradable protagonista y el extraordinario característico Ulises Dumont como criminal honorable.
Supera con bien sus carencias presupuestaria y ciertas arbitrariedades en su guión (la manera de dar con el dinero en especial resulta demasiado forzada, aunque la lenguaraz portera lo compensa), además de que algunas elipsis están realizadas a hachazos y falta pericia por momentos (el tiroteo en el parking está horriblemente resuelto, mal montado y confusamente planificado), en virtud de un pulso seco, especialmente ese inicio, violento y misterioso en el depósito de coches, la trabajada caracterización de todos los personajes (desde la “lolitesca” hija, hasta el turbio pistolero personificado por un jovencísimo Julio Chávez todo hieratismo amenazante) y una cualidad estilizada muy lograda, principalmente en su final de pesadilla kafkiana y en la decidida manera de referirse tanto a ciertas constantes del “polar”, como a la concreción y el estilo directo de la serie “b” norteamericana.
Perdido por perdido
Director: Alberto Lecchi
Año: 1993
País: Argentina
90 min.
Fotografía: José Luis García
Música: Julián Vat
Guión: Alberto Lecchi, Daniel Romanach
Reparto: Ricardo Darín, Carolina Papaleo, Enrique Pinti, Jorge Schubert
Ingenioso y muy eficiente “noir” argentino que refiere tonal y estéticamente al previo cine de Adolfo Aristarain, de quien no en vano Lecchi fue ayudante de dirección y guionista (en la prestigiosa «Un lugar en el mundo»), en su resuelto fondo social cabreado y digno, con los puteados pintándoles la cara a los triunfadores aunque solo sea por una vez, pero también a cierta corriente cínica del “thriller” norteamericano con un regusto a títulos como la soberbia “Charley Varrick” de Siegel o la muy inteligente cinta canadiense “Testigo silencioso” con el gran Elliott Gould de cajero con un plan.