Historia de un hijo de puta contada por él mismo: El lobo de Wall Street (x2)

Un gran chiste en seis partes: Mordiscos de lobo politoxicómano. En Miradas de Cine.

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Explica Alan Moore en el documental-entrevista (o viceversa) The Mindscape of Alan Moore que durante la época en la cual estuvo investigando para su agit-prop Brough To Light, centrado en las actividades de la CIA, llegó a la conclusión de que la verdad del mundo, la verdad política y socioeconómica, la de los supuestos grandes poderes es el caos. «La verdad es que todo esto no lo controla la gran conspiración de la banca judía o los extraterrestres grises o los reptiloides de doce pies de altura de otra dimensión. La verdad es más aterradora: nadie tiene el control. El mundo está a la deriva.» Y eso, decía Alan Moore, eso sí que de verdad da miedo, lo otro ofrece una red confortable de paranoia que nos permite evadirnos de responsabilidades y dormir tranquilos por las noches.

A partir de la autobiografía irredimible de Jordan Belfort, una versión distorsionada del triunfador americano, del sueño de la nación/razón produciendo monstruos encocados, Martin Scorsese y Terence Winter llegan a la misma conclusión en El lobo de Wall Street: todo es caos… y los listos medran en el caos… y admiramos a los listos, nos gustaría tener lo que ellos tiene para hacer lo que ellos hacen. Belfort no son los poderes fácticos, ni la conspiración universal, solo un panda de postadolescentes y vendedores de coches de segunda mano , un montón de cretinos sin escrúpulos locos por el dinero rápido, follar como locos, gastar como si no hubiera mañana y drogarse antes de que la fiesta se acabe. Todo pagado por ti, claro.

Durante la tercera temporada de The Wire, Stringer Bell intenta meterse en el negocio inmobiliario, jugando una versión del juego diferente que incluye untar al archicorrupto senador Clay Davis. Proposition Joe advierte a Stringer sobre donde se mete con una frase memorable después de que Clay le haya timado un maletín lleno de dinero: «Por lo que a mí respecta ese tipo nació con la mano metida en el bolsillo de otro»

En la segunda temporada, y mi preferida, el trágico personaje de Frank Sobotka dice algo parecido, pero desde la angustia del que se da cuenta de todo en un momento de lucidez que «En este país solíamos hacer cosas, construir cosas… Ahora todo es meter la mano en el bolsillo al siguiente primo»

En Dolor y Dinero, la obra maestra de Michael Bay sobre la estupidez humana (quizás incluida la suya propia) que como El lobo de Wall Street está basada en una realidad que desborda la propia realidad (y que representa una visión distorisionada de los 90, en la misma medida en la cual El lobo de Wall Street  la representa de los 80, ambas reverberando como un eco insidioso en nuestro ahora),  Danny Lugo, le dice al tipo al cual pretenden desplumar después de haberlo secuestrado, que nos se trata de que quiera tener lo que él tiene, sino de él no lo tenga.

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En El lobo de Wall Street al Sistema no le importa demasiado que la panda de trileros protagonista ande robando sin mesura a la clase obrera, de la cual en gran medida provienen; para el Sisitema estos son como un resfriado. Pero cuando los enloquecidos virus de Belfort, hasta arriba de Quaaludes, empiezan a meter su mano en los grandes bolsillos los anticuerpos se ponen en funcionamiento. Está bien que robes, pero no te pases, que no se te vea tanto. O en palabras de Tony Soprano «No se caga donde se come. Y menos se caga donde como yo”

El lobo de Wall Street es una epopeya de lo grotesco y lo patético protagonizada por unos imbéciles integrales con Scorsese, celebrándose a si mismo y a su estilo, recordando su propia ferocidad, pero estirando la imagenforzándola a sus límites: un cartoon en todo lo alto del colocón contradiciendo o matizando la narración en off, sumando tres horas de gloria y ridículo (o de gloria ridícula), de color chillón y personajes chillones, la gran sátira nacional, entre Berlanga/Azcona y Frank Tashlin/Jerry Lewis.

Una orgía, un carnaval, la demostración de que, aunque sea por un rato, el crimen si compensa y que los criminales, de cuello blanco o del otro pocas veces se arrepienten y pocas menos pagan lo que deben. Un disparate, un esperpento hiperrealista que si te lo cuentan no te lo crees pero que solo puede ser verdad hasta en sus términos más extremos… y de hecho más en estos que en ningún otro. La historia de unos timadores contada por ellos mismos, con la cámara/ojo de Scorsese, su montaje sincopado, su afilado oído para los temas musicales, como intermediario caustico que maneja perversamente el punto de vista. Y cuando Scorsese cambie el punto de vista en su epilogo, cuando la mirada ya no sea la de Belfort, sino una desde fuera, la nuestra, el contraplano terrible lo que nos encontramos en con que seguimos comprando. La dinámica retorcida, ambigua, del timador y el timado, del que se ha dejado trilear por un imbécil y se sigue dejando… porque le gustaría ser como él, porque piensa que es él es qeu está siendo más listo, el que está robando, timando, estafando.

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Me han dejado participar este mes en Miradas de Cine con una columna, o algo así, sobre, El lobo de Wall Street donde intento, desde el frenesí, de conectar la película con una serie de discursos extrañamente intrincados donde la obra previa de Scorsese, la realidad pasada y circundante y la cultura pop desde mediados de los 80 hasta el presente son como una red de interconexiones absurdas e inquietantes, cómicas y patéticas por igual que comienzan en Seinfeld, siguen por La hoguera de las vanidades y llegan a Dolor y Dinero pasando por Watchmen, El color del dinero,  Warren Zevon, Mátalos suavemente, Gordon Gekko, Curb Your Enthusiasm, Los soprano… y más, y tanto.

Una cosa rara, como la misma El lobo de Wall Street, que pese a su excéntrico carácter de sátira salvaje no deja de ser un regreso de Scorsese (muy bien apoyado en/por Winter) a la crónica (dopadísima) de la construcción de Norteamérica y su mitología, su panteón, desde el crimen, la corrupción y la violencia… o las violencias tanto da que sean horteras mafiosos, que brutales padres fundadores o elegantes contrabandistas de licor y corruptores de políticos. Los negocios por vía paralela, tanto da la gestión de desechos como los bonos basura: todo son lo mismo, The American Way, ya se sabe.

Por cierto, en el estupendo capítulo de metareunión del reparto/personajes de Seinfeld orquestado por Larry David en Curb Your Enthusiasm, el personaje de George Constanza, alter ego de David, había perdido todo su dinero con la estafa a gran escala del inversionista Bernard Madoff…  Y con  George Constanza empieza esto: http://miradas.net/2014/02/actualidad/opinion/mordiscos-de-lobo-politoxicomano.html

4 Comentarios Agrega el tuyo

  1. John Space dice:

    Buena crítica, aunque me gustan más estas historias cuando son documentales, no películas hechas en un distrito millonario.
    (?Bay tiene una película buena? ?Sin explosiones ni nada?)

    1. No, con explosiones y todo. El tío sigue usando su estilo pero la peli es una sátira ultracafre. Un guión perdido de los Coen interpretado por el estilo hiperbólico de Bay. Acojonante.

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