Una historia de amor rendido y entrega total que devendrá en tragedia y obsesión condenada a repetirse. Un doctor que experimenta con anestésicos es incapaz de excitarse más que con los cuerpos muertos (antológica la escena de la morgue en la que Flemyng, descubre el cadaver desnudo de una joven e incapaz de controlarse, entre la culpabilidad y la lujuria siniestra, comienza a retirar la sábana que lo cubre hasta que es sorprendido por uno de sus ayudantes) deja en estado catatónico a su bella y connivente esposa para poder así consumar. Una dosis equivocada termina por matarla. Doce años después una nueva mujer llegará a la casa recién desposada con el doctor, pero ignorante de su secreto. La obra maestra del “gótico” italiano y un film de una densidad conceptual y estética apabullantes. Bellísimo y malsano a partes iguales, desesperado, lírico, espeluznante y por completo arrebatador.
L’orribile segreto del Dr. Hichcock
Director: Riccardo Freda
Año: 1962
País: Italia
Fotografía: Raffaele Masciocchi
Música: Roman Vlad
Guión: Ernesto Gastaldi
Reparto: Robert Flemyng, Barbara Steele, Silvano Tranquilli, Maria Teresa Vianello, Harriet Medin
81 min.
«Las últimas cumbres del amor»
Fascina por su ritualización del deseo, una teatralización del acto sexual que es auténtica “puesta en escena” de la pasión, reducida/reconducida en artificio fetichista, todo ello plasmado con una fuerza plástica descomunal: el protagonista duerme/mata a su esposa en un altar preparado para la adoración/consumación, en unos “tableaux vivants” de extraña gracia, de perversa armonía.
Supone una reflexión terminal sobre los abismos del amor, la belleza del horror y los límites de la entrega con forma de cuento fantasmal de romanticismo mórbido. fTodo filmado con un gusto difícilmente descriptible, con esos interiores recargados y ominosos, con la presencia constante de los retratos de la mujer fallecida (que remiten sin ambages a “Rebeca”, film con el que mantiene no pocos puntos de contacto), de raíz expresionista y pictórica, en los que la densidad del papel pintado en combinación con los tonos ocre y pastel de la fotografía (por completo anti-naturalista y saturada de colores musgosos y rosaceos, contrastados por el blanco refulgente del pasillo en escalera) dan como resultado un efecto de empastamiento en el que personajes y decorados se funden, conformando un fondo en movimiento que potencia la cualidad hipnótica del conjunto.
Soberbiamente interpretada, tanto por Robert Flemyng en el papel de torturado doctor como por la imprescindible Barbara Steele, musa indisociable del género y presencia cinematográfica casi irreal. Con mención honorífica a la presencia al guión de Ernesto Gastaldi, fundamental presencia en la sombra del “cinema bis” italiano. Genialmente dirigida, con una planificación subyugante, irrepetible, la mejor manifestación de la gran clave del horror (temática compartida por el fundamental maestro Mario Bava) según Freda: el monstruo interior, el verdadero terror nacido del hombre. Suponiendo no solo la obra maestra de Freda (que intentaría remedarla el “Lo Spettro”) sino un clásico absoluto.
Esbilla cinematográfica popular 
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