Frankenstein created the woman/Frankenstein and the monster from hell. Mentes y cuerpos, carne y espíritu: Terence Fisher, Peter Cushing y las muchas formas del Barón Frankenstein.

Sin muchas presentaciones ni ceremonias, dos película de Terence Fisher, uno de los mejores directores de la historia del cine, así como suena, perteneciente a su esplendorosa saga sobre el infame Barón Frankenstein. Ambas son, en principio, cuerpos extraños dentro del ciclo, en una el personaje es casi un secundario y en apariencia y solo en apariencia es un título menor “Frankenstein created the woman”. La otra es la última y fue “la última”, parece fea y lo es, parece destartalada y lo está pero entre las paredes mohosas de manicomio sórdido encierra y nunca mejor dicho toda una reflexión/recapitulación demoledora sobre el personaje e incluso sobre el devenir de “la casa del terror”, “Frankenstein and the monster from hell”, a la vez parodia y espejo.

«Does the body rule the mind or does the mind rule the body? I don´t know…»

Frankenstein created the woman

Año: 1967

País: Gran Bretaña

86 min.

Fotografía: Arthur Grant

Música: James Bernard

Guión: Anthony Hinds

Reparto: Peter Cushing, Susan Denberg, Thorley Walters, Robert Morris

Terence Fisher retoma el personaje casi diez años después de «La venganza de Frankenstein» y con el interludio de “The evil of Frankenstein” facturada por el magistral operador de fotografía y apreciable director Freddie Francis en 1964, en esta extraña realización, mucho más densa de lo que el aspecto levemente “kitsch” de su desaforado romanticismo pueda aparentar.

En esta ocasión el progresivamente enloquecido Barón ocupa una posición secundaria ejerciendo como el elemento necesario para una (doble) venganza de ultratumba, la de una muchacha deforme, coja y con medio rostro desfigurado, víctima de las burlas y vejaciones de los mozos del pueblo a la que el doctor reconvertirá en una belleza despampanante y la del novio de esta (y ayudante de Frankenstein en su nuevo laboratorio), falsamente acusado de asesinato y por ello ajusticiado, tal y como lo había sido su padre. Un fatalismo que Fisher inmortaliza con la presencia obsesiva de una solitaria y descomunal guillotina que amenaza ominosa el plano cada vez que puede. Todo ello en el marco de esa historia de amor entre desesperados que acabará retorciéndose entre todo tipo de sugerencias pringosas y/o luctuosas. El Doctor Frankenstein aprovechará tan dramáticas circunstancias para poner en práctica sus nuevas técnicas de transmigración y sus teorías sobre conservación, es decir queda claro que nuevamente es ajeno a la tragedia y a las personas que le rodean a las que no contempla más que como probetas y sujetos experimentales, un desapego emocional y una frialdad indiferente a la que nuevamente Cushing presta su ensimismada energia y su magnético carisma.

De tal modo el “alma” o la “identidad” conservada en la cabeza decapitada del muchacho será transmigrada (¿mesmerizada?) al (arreglado) cuerpo de la chica. A partir de aquí la atmósfera perversa y trágica que Fisher crea resulta tan pegajosa como audaz, de una profundidad conceptual y de una turbiedad sexual asombrosas: la mente escindida de la chica es dominada alternativamente por uno de los dos ocupantes. El deseo de venganza provoca que la parte masculina prevalezca y entonces nos encontramos con que el descabezado novio utiliza a «la criatura», al nuevo (y espléndido) cuerpo de su amada y el deseo que esta lustrosa apariencia provoca, como cebo sobre sus antiguos acosadores a los que irá ejecutando, es decir usa sexualmente a el objeto de su amor, a la que defendió hasta la muerte para satisfacer una vendetta personal. Pero más aún, tenemos una mente masculina usando un cuerpo de mujer para satisfacer apetitos ocultos de la mente femenina y de la misma masculina, recordar que también el era rechazado y así es aceptado….y deseado lo que incluso desliza una extraña pulsión homoerótica. Y viceversa claro, la parte femenina también reclama su ración de atenciones eróticas que no había tenido antes y además saca a la bestia castradora a pasear, exhibiendo con orgullo lo que antes había sido rechazado y negándolo en el último momento. En fin…increíble, que cada cual elucubre su combinación, son tan inagotables como retorcidas. En cualquiera de los casos una idea magistral en su subversivo tratamiento de la dualidad sexual y el descubrimiento del poder erótico como arma. Todo en 86 apretados minutos y sin salirse del género.

Formalmente resulta ser una (otra) película tremendamente brillante merced a la elegancia habitual del director, a ese intransferible sentido de la puesta en escena y a l adinámica interna del plano, una mezcla de precisión en el encuadre y movimiento constante en el interior del mismo. Peter Cushing tan bien como suele, dando aquí una imagen más distendida del Barón (sobre todo en comparación a la siguiente y magnífica «El cerebro de Frankenstein» donde descenderá a simas de abyección nunca vistas) que incluso y dada la magnitud de la tragedia acabará por verse conmovido y la más que saludable Susan Denberg antológica en su (doble) papel como pobrecita desvalida y mantis depredadora sexual.

«..y podeis moriros todos de risa porque la llevo con orgullo», Elvis Costello

Frankenstein and the monster from hell

Año: 1974

País: Gran Bretaña

99 min.

Fotografía: Brian Probyn

Música: James Bernard

Guión: Anthony Hinds

Reparto: Peter Cushing, Shane Briant, Madeline Smith, David Prowse

Un título bastante superior a lo que se le suele conceder que supone un cierre divertidamente sardónico para el glorioso ciclo “frankensteiniano” pero que aún así resulta una triste despedida para el gran Terence Fisher además de una película desmañada y carente casi por completo, aunque refulja por instantes, de la elegancia del maestro, claramente incómodo con las modas hacia las que la “Hammer” viró en los años 70 y que en gran medida precipitaron el adiós de un director que había sido viga maestra en su crecimiento y evolución conceptual y estética.

Ofrece una relectura crepuscular cuyo punto de partida absolutamente genial ya sienta las bases de la ironía cruel que preside toda la función, de tal modo que reencontramos al inefable Barón en un manicomio ¡pero como director!, siendo así el regente el más loco de todos los internos, una inmersión a lo bruto en la demencia y el sinsentido, un mundo bocabajo regido por la lógica extraviada de un personaje convertido en parodia. El atildado “look” de Cushing y el aire ensimismado e incongruentemente risueño que otorga a su interpretación o el aberrante aspecto de la criatura no hacen más que subrayarlo. El antaño imparable Doctor Frankenstein ni siquiera parece darse cuenta de la chapuza que está perpetrando en la creación de ese  recosido grotesco compuesto por abollados restos de serie, en cierto modo tanto como lo está el mismo a esta alturas.

Frankenstein atraerá con malas artes (será condenado por sus experimentos a una temporada en el sanatorio) a un prometedor y revolucionario médico al que forzará a colaborar en una lucha eterna que a estas alturas ya ha adquirido un carácter mitológico y patético a partes iguales. El nuevo discípulo necesario (recordemos que, aparte del carácter vanidoso y arrogante del Barón, este necesita unas manos que hagan la faena desde que el se las quemase en la tercera parte de la serie) está interpretado por el inquietante lampiño Shane Briant, uno de los actores que la «Hammer» intentó lanzar como herederos de los clásicos con bien poca fortuna, a excepción del gran Ralph Bates, claro.

El resto es más o menos lo de siempre (el doctor recolectando las piezas de entre la quincalla que ofrecen su enfermos, el jovenzuelo engreído dándose cuenta del camino que toma, la damisela en apuros, aquí la sexy Madeline Smith,  irresistible “Hammer girl” a la que Ingrid Pitt vampirizaba a base de bien en la simpática «The vampire lovers», etc …) pero todo visto a través de una óptica de frenopático, que acentúa despiadadamente lo inútil del intento y exhibe sin pudor la eterna repetición a la que esta condenado el protagonista. Fisher desnuda a su personaje y lo despoja de cualquier grandeza para dejarlo convertido en un guiñapo terrorífico, un espantajo que barre el suelo de su último fracaso con la ilusión  de comenzar el próximo mientras la cámara se aleja de semejante mundo dejando a los personajes encerrados en una habitación mientras el espectador se va de allí espantado, y con Terence Fisher de la mano.

5 Comentarios Agrega el tuyo

  1. mepi dice:

    Es cierto, Terence Fisher ES UNO DE LOS MEJORES DIRECTORES QUE HAN HABIDO y aún debiera ser más reivindicado y Peter Cushing es sencillamente el prototipo de actor inglés. Tuve la suerte de ver la saga entera de Frankestein de la Hammer hace año y medio y personalmente lo que más me impactó fué el magnífico fondo actoral de Cushing. Externamente, me pareció genial el hecho de continuar cada entrega de la saga en el mismo segundo en que finaliza la anterior, dandole a la saga en general una apariencia de miniserie tipo BBC.
    Un aplauso también al plantel de actores/actrices secundarios asi como a la excelente fotografía.
    Si alguien me pregunta qué deseo que me traigan los reyes magos…, simplemente contesto que todas las pelis de la Hammer en original y con contenidos extras.
    Buenas reseñas,Esbilla. Ya me dijo Quimérico Inquilino que te leyera y no me arrepiento en absoluto.

    1. esbilla dice:

      Lo primero la bienvenida y reverencias, agradeciendo al Inquilino del frenopático cinéfilo la estupenda publicidad que me hace, ahora queda cumplir con la fama. Lo segundo y ya en materia, pues que si, que Fisher es un maestro, pocos directores han tenido o tienen su capacidad de dominar el medio, tanto en su asombrosa concepción de la contrucción de la escena como esa pasmosa fluidez narrativa que en gran medida nace precisamente de lo otro. Afortunadamente la visibilidad de la Hammer es cada vez mayor con buenas ediciones en DVD además de libros y estudios publicados. Un cine maravilloso que mezclaba genio verdadero, caradura y necesidad en una concepción de lo comercial que no tomaba al espectador por un imbecil.

  2. mepi dice:

    Cierto, pero nos dan una de cal y otra de arena. Es decir, te ves maravillosos packs de la Hammer con 5 o 6 peliculas pero sin que formen una saga. Quiero decir, te ponen en un pack peliculas «individuales» de la Hammer junto a la tercera pelicula de Frankestein y la segunda de Drácula, perdiendo asi la oportunidad cinéfila y estética de ofrecer sagas de la Hammer con su linealidad coherente. Chateando el otro dia con Quimérico, llegamos a la conclusión de que eso debe ser porque las distribuidoras de cine rara vez (o nunca) cuentan con un asesor cinematográfico o por lo menos con alguien «empollado» en el producto que sacan a la venta.
    Aprovecho para volver a saludarte y decirte que ya estoy esperando tu siguiente reseña de la Hammer.

  3. Bueno, jejeje… Llego tarde a la tertulia y con poco que añadir. Es evidente que comparto la opinión de Fisher, de Cushing y de la madre que los parió.
    Enorme esta saga y muy buena idea el dedicarle tu articulo a los dos «patitos feos» de la misma.
    Un saludo

  4. esbilla dice:

    Hola a los dos y darte la razón, mepi, las ediciones son buenas por si misma pero en conjunto carecen de coherencia, simplemente juntan el material que tienen disponible sin mirar ni el título, peor bueno, menos da una piedra, hace unos años «Manga» sacón una muy, muy buenas, que incluian documentales de aquellos de «La casa del terror» y una postal de la peli en cuestión.

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